Lo que ha sido desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros propios ojos, lo que hemos contemplado, lo que hemos tocado con las manos, esto les anunciamos respecto al Verbo que es vida.1 Juan 1:1.
Lectura diaria: 1 Juan
1:1-10. Versículo principal: 1 Juan 1:1.
REFLEXIÓN
¿Cómo podemos dejar de hablar de
Aquel Verbo eterno que tanto bien nos ha hecho? “Nosotros no podemos dejar de hablar de lo que
hemos visto y oído” (Hechos 4:20). Es
que ese bendito Verbo que estaba presente desde la misma creación (Juan 1:1-4),
es el mismo que se nos ha trasmitido, el que se hizo hombre y vino a morir solo
por amor para dar libertad y salvación a un pueblo lleno de maldad y
corrupción. Y no creamos que porque no
matamos, secuestramos o violamos no somos pecadores: “Si afirmamos que no
tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y no tenemos la verdad” (v. 8). Muy seguramente si hubiésemos vivido en los
tiempos de Jesús, habríamos salido a gritar que lo crucificaran al igual que lo
hizo el pueblo judío.
Pero bueno, lo importante de todo
esto es que por su infinita misericordia le hemos conocido, hemos oído las verdades
acerca de Él; hemos visto con nuestros propios ojos los milagros que día tras
día glorifican su nombre. Muchos hemos
podido palparlo, tenerlo tan cerca en momentos tan indescriptibles que
solamente la razón puede dar cuenta de ellos, porque son instantes que
parecieran fugaces por su inexpresable paz y esplendor. Si no hablamos de este majestuoso Verbo que
tanto bien ha hecho a la humanidad, en mi caso me pregunto: ¿de quién entonces
puedo hablar?
El apóstol Pedro nos lo describe
así: “Cuando les dimos a conocer la venida de nuestro Señor Jesucristo en todo
su poder, no estábamos siguiendo sutiles cuentos supersticiosos sino dando
testimonio de su grandeza, que vimos con nuestros propios ojos” (2 Pedro
1:16). Y cualquiera que haya conocido a
Jesús de Nazaret no podrá decir lo contrario.
No nos queda más, que proclamar
ese Verbo encarnado que hemos conocido y que tanta gracia nos ha traído.
Amado Señor: ¡Cuántas gracias te
damos por todo el amor que nos brindas! Enséñanos a llevar una vida recta proclamando
tu salvación para que otros puedan disfrutar también de tan maravillosos
privilegios.
Un abrazo y bendiciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario