¿Te has fijado en los que hablan sin pensar? ¡Más se puede esperar de un necio que de gente así!Proverbios 29:20.
Lectura diaria: Proverbios
29:1-27. Versículo principal: Proverbios
29:20.
REFLEXIÓN
Se dice que hay que pensar para
hablar y no hablar para pensar. Lo
dicho, dicho queda y no hay marcha atrás.
El apóstol Santiago nos recomienda lo siguiente: “Mis queridos hermanos,
tengan presente esto: Todos deben estar listos para escuchar, y ser lentos para
hablar y para enojarse” (Santiago 1:19).
En general, la persona airada no escucha razones y es ahí donde tiene
que tener el mayor cuidado, porque puede airarse sin pecar; pero cuando le da
rienda suelta a la lengua, puede herir profundamente y destruir quizá todo lo construido
con las manos. Santiago también dice más
adelante que es difícil domar la lengua.
“Es un mal irrefrenable, lleno de veneno mortal” (Santiago 3:8b), y así
es.
Considero que se sabe con quién
estamos al frente, cuando escuchamos sus palabras: “Porque cada uno se llena
con lo que dice y se sacia con lo que habla” (Proverbios 18:20). Así que cuando se nos presenta un creyente,
por sus palabras podemos saber mucho de él.
Es importante entonces, si los demás nos van a calibrar por lo que
hablamos, aprender a ser prudentes y permitirnos escuchar más. Un pastor decía con mucha sabiduría que por
eso Dios nos había dado dos orejas y una lengua, con el fin de que escucháramos
el doble de lo que habláramos.
La prudencia es una virtud que
debemos cultivar porque nos ayuda a reflexionar tanto sobre los actos como
sobre las palabras. No nos deja adelantar
a los acontecimientos y muy seguramente nos permitirá tomar decisiones
acertadas. La Palabra del Señor es clave
para adquirir sabiduría y “para recibir la corrección que dan la prudencia, la
rectitud, la justicia y la equidad” (Proverbios 1:3).
Aprendamos a pensar antes de proferir
palabra alguna. Propongámonos a no
permitir que de nuestros labios salga una frase, sin antes digerirla y tener la
certeza de que estamos obrando correctamente.
Si es un asomo que queremos decir porque supimos algo que nos causa
dolor, vayamos primero a la presencia del Señor y pidámosle sabiduría para
manejar la situación sin herir y dejarnos llevar por la situación. ¡Frenemos nuestras palabras!
Amado Señor: ¡Cuántas veces
queremos hablar y decir todo lo que nos molesta! Permite que primero vayamos y te digamos lo
que tenemos en el corazón para así recibir el descanso tuyo y tener la certeza
que podemos dirigirnos a los que nos han ofendido con la capacidad de
escucharlos y amarlos como es tu deseo. Enséñanos a medir las palabras y a no hablar
sin pensar lo que vamos a decir.
Un abrazo y bendiciones.
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