sábado, 29 de septiembre de 2012

Hay que pensar para hablar



¿Te has fijado en los que hablan sin pensar?  ¡Más se puede esperar de un necio que de gente así!   

Proverbios 29:20.


Lectura diaria: Proverbios 29:1-27.  Versículo principal: Proverbios 29:20.

REFLEXIÓN

Se dice que hay que pensar para hablar y no hablar para pensar.  Lo dicho, dicho queda y no hay marcha atrás.  El apóstol Santiago nos recomienda lo siguiente: “Mis queridos hermanos, tengan presente esto: Todos deben estar listos para escuchar, y ser lentos para hablar y para enojarse” (Santiago 1:19).  En general, la persona airada no escucha razones y es ahí donde tiene que tener el mayor cuidado, porque puede airarse sin pecar; pero cuando le da rienda suelta a la lengua, puede herir profundamente y destruir quizá todo lo construido con las manos.  Santiago también dice más adelante que es difícil domar la lengua.  “Es un mal irrefrenable, lleno de veneno mortal” (Santiago 3:8b), y así es.
Considero que se sabe con quién estamos al frente, cuando escuchamos sus palabras: “Porque cada uno se llena con lo que dice y se sacia con lo que habla” (Proverbios 18:20).  Así que cuando se nos presenta un creyente, por sus palabras podemos saber mucho de él.  Es importante entonces, si los demás nos van a calibrar por lo que hablamos, aprender a ser prudentes y permitirnos escuchar más.  Un pastor decía con mucha sabiduría que por eso Dios nos había dado dos orejas y una lengua, con el fin de que escucháramos el doble de lo que habláramos. 
La prudencia es una virtud que debemos cultivar porque nos ayuda a reflexionar tanto sobre los actos como sobre las palabras.  No nos deja adelantar a los acontecimientos y muy seguramente nos permitirá tomar decisiones acertadas.  La Palabra del Señor es clave para adquirir sabiduría y “para recibir la corrección que dan la prudencia, la rectitud, la justicia y la equidad” (Proverbios 1:3).
Aprendamos a pensar antes de proferir palabra alguna.  Propongámonos a no permitir que de nuestros labios salga una frase, sin antes digerirla y tener la certeza de que estamos obrando correctamente.  Si es un asomo que queremos decir porque supimos algo que nos causa dolor, vayamos primero a la presencia del Señor y pidámosle sabiduría para manejar la situación sin herir y dejarnos llevar por la situación.  ¡Frenemos nuestras palabras!

Amado Señor: ¡Cuántas veces queremos hablar y decir todo lo que nos molesta!  Permite que primero vayamos y te digamos lo que tenemos en el corazón para así recibir el descanso tuyo y tener la certeza que podemos dirigirnos a los que nos han ofendido con la capacidad de escucharlos y amarlos como es tu deseo.  Enséñanos a medir las palabras y a no hablar sin pensar lo que vamos a decir.

Un abrazo y bendiciones.

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