Ante la promesa de Dios no vaciló
como un incrédulo, sino que se reafirmó en su fe y dio gloria a Dios,
plenamente convencido de que Dios tenía poder para cumplir lo que había
prometido.
Romanos 4:20-21.
Lectura diaria: Romanos
4:16-25. Versículos principales: Romanos
4:20-21.
REFLEXIÓN
¿Dios le ha dado alguna promesa
que aun no se ha cumplido? No se
desanime. A mi me pasó exactamente lo mismo. Eran unos días angustiosos y difíciles financieramente. El Señor me había regalado una porción de su
Palabra hacía un tiempo y yo no la veía por ninguna parte. Me inquietaba saber el porqué no llegaba si
en realidad era para mi. Tuve una conversación con una líder cristiana y la
porción que me leyó fue exactamente las que hoy les estoy compartiendo. No podía seguir vacilando como una incrédula,
tenía que creerle a Dios y estar plenamente convencida de su poder para cumplir
lo que me había prometido. Somos dados a
comparar a Dios con el hombre y como el hombre falla, nos convencemos de que Él va
a hacer exactamente lo mismo. No. De ninguna manera, “Dios no es un simple
mortal para mentir y cambiar de parecer.
¿Acaso no cumple lo que promete ni lleva a cabo lo que dice?” (Números
23:19); la Versión Reina Valera lo afirma así: “Dios no es hombre, para que
mienta, ni hijo de hombre para que se arrepienta. Él dijo, ¿y no hará? Habló ¿Y no ejecutará?”. Nosotros somos infieles, de poca palabra: lo
que decimos no lo cumplimos; hablamos muchas veces por hablar por nuestra
naturaleza humana, pero la naturaleza de Dios es perfecta, no cambia; Él es
inmutable y lo que dice se cumplirá. “Pero
entonces, si a algunos les faltó la fe, ¿acaso su falta de fe anula la
fidelidad de Dios? ¡De ninguna
manera! Dios es siempre veraz, aunque el
hombre sea mentiroso” (Romanos 3:3-4).
Por encima de lo que creamos o no lo creamos Dios actuará y su Palabra
se cumplirá: “La hierba se seca y la flor se marchita, pero la Palabra de
nuestro Dios permanece para siempre” (Isaías 40:8).
Hay que empezar a creerle a Dios
con mente y corazón. Él no llega tarde,
llega en el momento justo: ni un minuto antes o después; a la hora justa y
establecida por su soberanía. En mi
caso, la estabilidad económica de mi hogar empezó a cambiar. Y no fue todo de un golpe, ha sido
paulatinamente. No al modo mío, al modo
del Señor. Más tarde, el Señor me
confirmó su Palabra a través de una mujer profetisa que ni siquiera me conocía. Creo que el Señor lo hizo así, para enviarme
un “recordelis” y no olvidara que Él seguía ahí, igual de fiel aunque yo
vacilara.
Amado Señor: Gracias por estar pendiente de nosotros y cumplir lo
prometido. Gracias porque no permitirás
que tu Palabra regrese vacía hasta cumplir el propósito que tienes para cada uno. ¡Haznos entender tus tiempos y tu fidelidad!
Un abrazo y bendiciones.
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