domingo, 22 de abril de 2012

Confianza y seguridad con el Señor

No temerá recibir malas noticias; su corazón estará firme, confiado en el Señor.
Salmo 112:7.


Lectura diaria: Salmo 112:1-10. Versículo principal: Salmo 112:7.


REFLEXIÓN


Ninguno está exento de recibir malas noticias. Sin embargo, cuando el Señor está reinando en nuestras vidas cualquier noticia que recibamos por difícil que sea, nunca será igual el impacto al de los no creyentes. A veces pensamos y decimos que si nos llegase a suceder tal o cual situación no seríamos capaces de resistirla. Llegan y el Señor nos demuestra con su Santo Espíritu que sí podemos salir avante. Es más, en mi caso ha sucedido que es el tiempo en que con mayor ansiedad he estado pegadísima al Señor. “Si en el día de la aflicción te desanimas muy limitada es tu fortaleza” (Proverbios 24:10). No les voy a decir que es un efecto inmediato; que me sucede algo duro e imprevisto y de una vez digo: “¡Qué rico!” O “Eso no es nada. Es simple”. No, diría mentiras si lo afirmo. A duras penas le digo al Señor “gracias” porque sé que es su voluntad más no porque lo sienta en esos momentos. He aprendido que someterme a Él hace menos difícil la carga. Cuando ya se ha entendido y asimilado el problema es el momento exacto para ponernos de verdad en sus manos y permitirle actuar.

Las palabras del Señor siempre serán de amor, de paz, de confianza, de seguridad y de fortaleza: “Yo les he dicho estas cosas para que en mí hallen paz. En el mundo afrontarán aflicciones, pero ¡anímense! Yo he vencido al mundo” (Juan 16:33). Creo que mientras estemos en este mundo nos vamos a encontrar con muchos tropiezos. El Señor lo dijo y es que así es. El género humano está caído y no nos puede ofrecer nada distinto de: envidias, celos, calumnias, robos, homicidios, etc. ¿Pero en qué se basa nuestra fe entonces? En sus palabras: “¡Anímense! Yo he vencido al mundo”. La versión Reina Valera lo deja más explícito: “pero confiad”. Confianza, confianza y más confianza es lo que necesitamos para salir adelante. De este modo nuestro corazón no tambaleará, estará firme cualquiera que sea la tribulación a la que se enfrente. Sacaremos el mayor provecho de ella y el enemigo será derrotado.


Señor: Gracias porque cuando llega la adversidad, siempre nos recuerdas que no hay por qué temer. ¡Tú ya venciste al mundo!


Un abrazo y bendiciones.

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