jueves, 5 de abril de 2012

El mensaje es para hoy

Si ustedes oyen hoy su voz, no endurezcan el corazón.
Salmo 95:7b-8.


Lectura diaria: Hechos 7:37-53. Versículo de estudio: Salmo 95:7b-8.


REFLEXIÓN


Al igual que Esteban tuvo el denuedo y la valentía para decirles a aquellos que se creían buenos simplemente porque se aferraban a la tradición de sus antepasados, sin tener en cuenta para nada las Escrituras que hablaban de un Mesías que vendría a rescatarlos del pecado, así también en la actualidad hay que pararnos y hablar con arrojo de nuestro Salvador.

Es el momento propicio; es el día de hoy. Es el tiempo oportuno ya que por aquello de la liturgia estamos celebrando precisamente la pasión, muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo. El mismo que fue rechazado y por el que Esteban fue martirizado. Ese Jesús que vino hace dos mil años a la tierra como Dios-hombre precisamente para permitirnos el paso a una nueva vida y lograr la gloria eterna a su lado. Jesús el hombre que no cometió pecado alguno y por nosotros se hizo pecado; el que nos muestran y hacen creer que quedó clavado en una cruz como si hubiese sido lo más natural. Pero no. Como hombre tuvo miedo y sintió angustia profunda: “Es tal la angustia que me invade que me siento morir” (Mt. 26:38), y se dirige al Padre suplicante: “Padre mío, si es posible, no me hagas beber este trago amargo. Pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieres tú” (Mt. 26:39). Fue tal su angustia que su sudor eran gotas de sangre (Lc. 22:44). Ninguna angustia humana se podrá comparar con la del Señor en esos instantes.

Es hora de que entendamos la dimensión del sacrificio de Jesús en la cruz del Calvario. Vislumbremos la película: cada “toc-toc” traspasando sus manos y sus píes; levantado en un madero luego de haber sido azotado, de haber cargado una pesada cruz, de haber brotado sangre de su sien. ¿Qué fuerzas podría tener un ser en ese estado? Estaba completamente deshidratado y tuvo sed para que le pasaran entonces, una esponja con vinagre. Traspasaron su cuerpo con una lanza; se burlaron y humillaron.

“Muchos se asombraron de él, pues tenía desfigurado su semblante; ¡nada de humano tenía su aspecto”; “No había en él belleza ni majestad alguna; su aspecto no era atractivo y nada en su apariencia lo hacía deseable”; “Ciertamente él cargó con nuestras enfermedades y soportó nuestros dolores”; “Él fue traspasado por nuestras rebeliones, y molido por nuestras iniquidades; sobre él recayó el castigo, precio de nuestra paz, y gracias a sus heridas fuimos sanados” (Is. 52:14; 53:2, 4, 5).

“¡Tercos, duros de corazón y torpes de oídos! Ustedes son iguales a sus antepasados: ¡Siempre resisten al Espíritu Santo!” (v. 51 en la lectura del día). Palabras con las que terminó Esteban su discurso y yo este devocional. “Mataron al autor de la vida, pero Dios lo levantó de entre los muertos” (Hch. 3:15). Lo levantó para que tanto tú como yo podamos entender su sacrificio y ser salvos. Hoy es el día clave para que por fin agachemos el corazón y le digamos:


Señor Jesucristo: Reconozco lo que hiciste por mí. Te entrego mi vida y te acepto como Señor y Salvador. Gracias por venir a morir en mi lugar y darme contigo la salvación de mi alma y la sanidad de mi cuerpo. Con el poder de tu Santo Espíritu, amén.


Un abrazo y bendiciones.

No hay comentarios: