viernes, 27 de abril de 2012

Sin avergonzarnos


A la verdad, no me avergüenzo del evangelio, pues es poder de Dios para la salvación de todos los que creen.  
 Romanos 1: 16.

Lectura diaria: Romanos 1:8-17.  Versículo principal: Romanos 1:16.

REFLEXIÓN

Cuando recibimos al Señor Jesucristo en nuestra vida, pasamos a ser hijos de Dios (Juan 1:9), y si somos Hijos de Dios no tenemos por qué avergonzarnos de formar parte de su familia.  Si somos cristianos no podemos ruborizarnos del evangelio que nos permitió la salvación.  Jesucristo vino al mundo a perdonar los pecados de todo el que se acerque a Él.  El mensaje de salvación es la reconciliación del hombre con Dios y es el primer paso dado por todo nuevo creyente.  Sabiendo de los beneficios que hemos obtenido por las buenas nuevas recibidas, ¿por qué no compartirlo a los demás?  Quizá cuando somos niños recién nacidos en Cristo, puede dar temor o miedo lanzarnos a hablarles a otros.   Precisamente nos gusta compartir una buena noticia y darla a conocer cuando se refiere a algo de menor envergadura, ¿cuánto más entonces, no podríamos hacerlo sabiendo que se trata de la vida eterna?  
Si en realidad amamos a nuestra familia, amigos y conocidos debemos regalarles a ellos, lo que nos fue regalado también a nosotros.  Porque fuimos salvos por gracia.  No nos costó absolutamente nada.  Ni siquiera Dios nos exigió algo a cambio: “Porque por gracia ustedes han sido salvados mediante la fe; esto no procede de ustedes, sino que es el regalo de Dios, no por obras para que nadie se jacte” (Efesios 2:8-9).
Es nuestro deber dar a conocer al Mensajero de paz.  Al Dios Todopoderoso, único capaz de cambiar vidas y transformarlas.  Al Dios sanador, libertador, restaurador; al Dios de paz.  ¡Eso es lo que se necesita urgentemente!  Personas que quieran mejorar la calidad de vida de tantos que van transitando llenos de incertidumbre, y viendo sus vidas colapsar porque no encuentran la razón para vivir.  No podemos seguir guardándonos el mensaje de manera egoísta.  Mostrémosle al mundo el poder que hay en la evidencia de la salvación. “Así que no te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor” (2 Timoteo 1:8).

Señor Jesús: Enséñanos a llevar el evangelio de tu perdón y reconciliación, sabiendo que es el mejor regalo recibido aquí en la tierra para después gozar de la inigualable mansión que nos tienes preparada.

Un abrazo y bendiciones.

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