A la verdad, no me avergüenzo del evangelio, pues es poder de Dios para la salvación de todos los que creen.Romanos 1: 16.
Lectura diaria: Romanos
1:8-17. Versículo principal: Romanos
1:16.
REFLEXIÓN
Cuando recibimos al Señor
Jesucristo en nuestra vida, pasamos a ser hijos de Dios (Juan 1:9), y si somos
Hijos de Dios no tenemos por qué avergonzarnos de formar parte de su familia. Si somos cristianos no podemos ruborizarnos
del evangelio que nos permitió la salvación.
Jesucristo vino al mundo a perdonar los pecados de todo el que se
acerque a Él. El mensaje de salvación es
la reconciliación del hombre con Dios y es el primer paso dado por todo nuevo
creyente. Sabiendo de los beneficios que
hemos obtenido por las buenas nuevas recibidas, ¿por qué no compartirlo a los
demás? Quizá cuando somos niños recién nacidos
en Cristo, puede dar temor o miedo lanzarnos a hablarles a otros. Precisamente nos gusta compartir una buena
noticia y darla a conocer cuando se refiere a algo de menor envergadura,
¿cuánto más entonces, no podríamos hacerlo sabiendo que se trata de la vida
eterna?
Si en realidad amamos a nuestra
familia, amigos y conocidos debemos regalarles a ellos, lo que nos fue regalado
también a nosotros. Porque fuimos salvos
por gracia. No nos costó absolutamente
nada. Ni siquiera Dios nos exigió algo a
cambio: “Porque por gracia ustedes han sido salvados mediante la fe; esto no
procede de ustedes, sino que es el regalo de Dios, no por obras para que nadie
se jacte” (Efesios 2:8-9).
Es nuestro deber dar a conocer al
Mensajero de paz. Al Dios Todopoderoso,
único capaz de cambiar vidas y transformarlas.
Al Dios sanador, libertador, restaurador; al Dios de paz. ¡Eso es lo que se necesita urgentemente! Personas que quieran mejorar la calidad de
vida de tantos que van transitando llenos de incertidumbre, y viendo sus vidas
colapsar porque no encuentran la razón para vivir. No podemos seguir guardándonos el mensaje de
manera egoísta. Mostrémosle al mundo el
poder que hay en la evidencia de la salvación. “Así que no te avergüences de
dar testimonio de nuestro Señor” (2 Timoteo 1:8).
Señor Jesús: Enséñanos a llevar
el evangelio de tu perdón y reconciliación, sabiendo que es el mejor regalo
recibido aquí en la tierra para después gozar de la inigualable mansión que nos
tienes preparada.
Un abrazo y bendiciones.
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