miércoles, 25 de abril de 2012

La soberanía absoluta de Dios


Nuestro Dios está en los cielos y puede hacer lo que le parezca.  
 Salmo115:3.

Lectura diaria: Salmo 115:1-18.  Versículo principal: Salmo 115:3.

REFLEXIÓN

Dios es soberano totalmente.  Así como es completamente Santo, Justo y Misericordioso, su soberanía también lo es.  Nos queda difícil entender esta verdad porque somos de naturaleza  pecaminosa y la misma rebeldía innata carnal nos hace creer que nos mandamos solos y que nada ni nadie puede interferir en nuestra vida.  Y ¿quiénes somos nosotros para decirle al Alfarero, por qué nos tallas así o asá?  Por su misericordia fuimos escogidos, no por nuestro esfuerzo humano (Romanos 9:16), sino porque así lo dispuso “según el plan de aquel que hace todas las cosas conforme a su voluntad” (Efesios 1:11).  Nos preguntaremos: ¿por qué unos sí y otros no? “¿No tiene derecho el alfarero hacer del mismo barro unas vasijas para usos especiales y otras para fines ordinarios?” (Romanos 9:21). Nuestra vida está en sus manos y Él tiene misericordia de quien quiera tenerla (Romanos 9:18).
Gracias a Dios estamos en el grupo de sus escogidos, de sus seleccionados.  Nos escogió de entre los gentiles para llamarnos “su pueblo” y “su amada”.  Somos hijos del Dios viviente (Romanos 9:25 y 26).  No lo elegimos nosotros a Él, fue Él quien nos eligió primero (Juan 15:16), y no porque fuéramos buenos o lo mereciéramos.  Nos cautivó con su misericordia y amor; nos compró con su bendita sangre para vernos justificados primero y luego sí adoptarnos como hijos suyos. 
Teniendo en cuenta lo anterior, mucho menos nosotros como cristianos podemos darnos el lujo de cuestionarlo.  Cada vez que nos pule nos duele, pero tenemos que entender que eso hace parte de su soberanía por un lado y que por el otro quiere vernos completamente tallados a su manera.  ¿Qué si entendemos este misterio?  Definitivamente no.  La mente humana no lo puede captar.  Solamente sé y puedo decirles que Dios es el Dios perfecto y dentro de sus atributos está su plena soberanía.  Sé que cada día le doy infinitas gracias por haberme mirado con compasión y misericordia y haberme puesto dentro de su redil.

Señor Dios y Rey celestial: ¡Cómo no darte las gracias por haber fijado tus ojos en mí!  ¡Cómo no adorarte y alabarte cada vez que me tomas nuevamente para limpiarme y dejarme como la vasija que añoras de acuerdo a tu santa voluntad!

Un abrazo y bendiciones.

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