martes, 24 de abril de 2012

Enviados a proclamar el verdadero mensaje

Te libraré de tu propio pueblo y de los gentiles. Te envío a éstos para que les abras los ojos y se conviertan de las tinieblas a la luz, y del poder de Satanás a Dios, a fin de que, por la fe en mí, reciban el perdón de los pecados y la herencia entre los santificados.
Hechos 26:17-18.


Lectura diaria: Hechos 26:1-32. Versículos principales: Hechos 26:17-18.


REFLEXIÓN


Nuevamente Pablo tiene que hacer su defensa y ahora le toca ante el rey Agripa pronunciarla. Pone en su conocimiento la misión dada por el Señor y que él ha cumplido con diligencia, entendiendo que es un instrumento en sus manos. Pablo supo cumplir a cabalidad su ministerio. Él mismo en su carta a los Romanos nos lo aclara: “para ser ministro de Cristo Jesús a los gentiles. Yo tengo el deber sacerdotal de proclamar el evangelio de Dios, a fin de que los gentiles lleguen a ser una ofrenda aceptable a Dios, santificada por el Espíritu Santo”; “En efecto, mi propósito ha sido predicar el evangelio donde Cristo no sea conocido para no edificar sobre fundamento ajeno. Más bien, como está escrito: “Los que nunca habían recibido noticias de él, lo verán; y entenderán los que no habían oído hablar de él”” (Romanos 15:16 y 20-21).

Pablo siempre se interesó por mostrar con ahínco el sacrificio del Señor de manera que los convertidos entendieran por encima de todo, que su cambio es netamente espiritual y no está guiado o sometido a lo material. Lo material como el diezmo por ejemplo viene como añadidura a su obediencia pero esto no quiere decir que sea el motor de su transformación espiritual. Ayer hablaba de la esperanza futura que tenemos los cristianos y que nadie nos puede arrebatar. Esto es lo que en realidad vale. De lo contrarío estaríamos cimentando una salvación sobre lo material y en el momento que se acabe como todo lo ficticio de este mundo, se desvanecería nuestra fe. El que no se dispone con todo su corazón no puede entender ni comprender la magnitud de su sacrificio.

El evangelio es la verdadera esperanza para los gentiles; para nosotros. Pero no podemos quedarnos en el letargo: “Ya es hora de que despierten del sueño, pues nuestra salvación está ahora más cerca que cuando inicialmente creímos. La noche está muy avanzada y ya se acerca el día” (Romanos 13:11b-12).

Anunciemos el mensaje claro del Señor con el denuedo y la tenacidad de Pablo. El mensaje de la verdadera esperanza que llene de alegría y paz a todos los que lleguen a sus píes.


¡Te alabamos Señor y bendecimos tu nombre! Solamente un Dios como tú, ha permitido que te conozcamos y alcancemos tu gloria. Enséñanos a ser discípulos de Pablo para llevar también luz donde solo existe oscuridad.


Un abrazo y bendiciones.

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