jueves, 12 de abril de 2012

Limpios y puros por su amor

El que se purifica deberá lavarse la ropa, afeitarse todo el pelo y bañarse. Así quedará puro. Después de esto podrá entrar en el campamento, pero se quedará fuera de su carpa durante siete días.
Levítico 14:8.


Lectura diaria: Levítico 14:1-32. Versículo principal: Levítico 14:8.


REFLEXIÓN


No nos digamos mentiras: creo que tanto a ustedes como a mí nos aburre leer el libro de Levítico. Leyes y más leyes. Leyes sobre las ofrendas de ganado, de cereal, del sacrifico expiatorio del sacerdote, de la comunidad, del gobernante, del individuo, etc. etc. Leyes sobre animales: puros e impuros. Leyes para la purificación del cuerpo por diversas circunstancias, así hubiese sido por tocar un cadáver o por enfermedades cutáneas, infecciosas, quemaduras, e incluso sobre la calvicie. Dios deseaba que su pueblo fuera limpio y puro buscando la santidad, porque Él es un Dios santo (Levítico 11:45).

Sin embargo del libro de Levítico tenemos que sacar una conclusión clave: El Señor Jesús vino a morir por todas estas leyes para que no nos agobiaran más; personalmente considero que Él es la ley convertida en gracia como regalo no solo para el pueblo judío sino para toda la humanidad “De hecho, Cristo es el fin de la ley, para que todo el que cree reciba la justicia” (Romanos 10:4); “Antes de venir esta fe, la ley nos tenía presos, encerrados hasta que la fe se revelara. Así que la ley vino a ser nuestro guía a Cristo, para que fuéramos justificados por la fe. Pero ahora ha llegado la fe, ya no estamos sujetos al guía” (Gálatas 3:23-25); nos habla de la fe en Jesucristo, en quien somos salvos por su gracia (Efesios 2:8-9). El Señor Jesús ya pagó con su solo sacrificio y nos liberó de todos esos rituales.

Reconozcamos una vez más el acto de amor hecho por Dios. Todo cristiano nacido de nuevo es un pecador arrepentido y el cielo estará lleno de ellos; Ahora ya somos santos, no porque en realidad lo merezcamos sino porque el Señor nos justificó y ante su presencia estamos limpios y puros. Nuestra vida destila olor fragante lavada con su preciosa sangre.


Gracias Señor por habernos permitido conocerte. Ahora podemos presentarnos ante ti limpios, puros y sin mancha alguna solo por tu amor incondicional.


Un abrazo y bendiciones.

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