lunes, 11 de abril de 2011

Reconozcan su grandeza

Reconozcan que el Señor es Dios; él nos hizo, y somos suyos.
Salmo 100:3.


Lectura diaria: Salmo 100:1-5. Versículo para memorizar: salmo 100:3.


ENSEÑANZA


¿Por qué le cuesta tanto al hombre reconocer la majestuosidad y soberanía de Dios? Creo que a medida que la ciencia avanza el ser humano se va alejando cada día más de su Creador. El egocentrismo y narcisismo de creer que él es lo máximo y que nada ni nadie puede sobrepasarlo lo lleva a idolatrarse como ser único, dejando a un lado a quien lo hizo y le dio las facultades para desarrollarse y avanzar científicamente. La naturaleza entera proclama las obras de Dios. “¡Alégrense los cielos, regocíjese la tierra! ¡Brame el mar y todo lo que él contiene! ¡Canten alegres los campos y todo lo que hay en ellos! ¡Canten jubilosos todos los árboles del bosque!” (Sal. 96:11-12). Los salmos están llenos de alabanza, admiración y adoración al Señor por sus obras magníficas. Sin embargo, Dios desea que su creación perfecta (el hombre), sea el primero en reconocerle como Dios. Somos obra de sus manos, no nos hicimos nosotros mismos; Él está por encima de todo lo creado y es a Dios a quien de verdad debemos rendirle pleitesía. De una u otra manera Dios quiere que le volteemos a mirar; la humanidad no puede seguir indiferente haciendo caso omiso de su Hacedor. Entre más se aleje el ser humano de Él, más serán los conflictos que soportará: “Conviértanse ya de su mal camino, enmienden sus acciones y no sigan a otros dioses para servirlos” (Jer. 35:15). Esto es lo que Dios quiere de cada persona, que reconozca su pecado y a la vez le tema y honre como Él lo merece.

De diferentes maneras el Señor se manifiesta para que por fin reconozcamos su grandeza: ha utilizado su Palabra, su naturaleza, sus profetas e incluso su Hijo amado. A través de Jesucristo, Dios quiere darte salvación. Jesús vino a morir en tu lugar y es el único camino para llegar al Padre. ¿Deseas cruzar ese puente? Podemos orar así:


Señor Jesús: quiero convertirme de mi mal camino y seguir adelante contigo. Reconozco que tú Señor eres Dios y Rey. Toma mi vida, te la entrego para que hagas de mí la persona que deseas que yo sea. Te acepto como mi Señor y Salvador personal. Gracias por morir y pagar con tu sangre todo el precio de mis pecados. Gracias por enseñarme a vivir para ti y por darme la vida eterna. En tu nombre Jesús, amén.


Un abrazo y bendiciones.

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