sábado, 23 de abril de 2011

El denuedo de Pablo

–Has apelado al emperador ¡Al emperador irás!
Hechos 25:12.


Lectura diaria: Hechos 25:1-27. Versículo para memorizar: Hechos 25:12.


ENSEÑANZA


Desde el regreso de Pablo a Jerusalén a sabiendas por el Espíritu Santo que allí lo encadenarían y no lo dejarían hasta matarlo, no hizo más que predicar y terminar la obra encomendada “A la noche siguiente el Señor se le apareció a Pablo, y le dijo: ¡Ánimo! Así como has dado testimonio de mí en Jerusalén es necesario que lo des también en Roma” (Hch. 23:11). Dios permitió que testificara desde la multitud hasta frente a comandantes, gobernadores, reyes y emperadores pasando incluso ante los suyos oponentes, como el Consejo de los judíos. En ningún momento Pablo agachó la cabeza ni se avergonzó por predicar las buenas nuevas. Es triste decirlo, pero la Iglesia en especial la de occidente, actualmente vive en un confort que le está haciendo daño. Todo se toma de manera superficial y simplemente se llega a rituales y costumbres como de una religión más, sin tener en cuenta que es en verdad un estilo de vida donde nuestra primera prioridad es dar testimonio de Aquel que vino a dar su vida por la humanidad. Hemos tomado muy a la ligera la Palabra de Dios y la frase de “peco, confieso y empato” se ha arraigado también del pueblo cristiano, lo cual conlleva a vivir sin compromiso y a realizar las actividades propias como una función simplemente pero sin la concientización profunda ¿de qué, para qué y por qué vivimos?, sin entender aún que la esencia básica del cristianismo es una sola: Jesucristo resucitado para llegar al hombre y darle la salvación.

La lección es aprender un poco del denuedo de Pablo y con coraje, valientemente anunciar ante los demás, al Cristo en quien hemos creído; por mucho nos tildarán de locos y fanáticos, pero no nos arrestarán por ello y mucho menos nos llevará a un suplicio o martirio. Aprovechemos el tiempo de gracia que estamos viviendo para dar un buen testimonio del Señor.

Teniendo en cuenta lo anterior, te invito a entregarle tu vida a Jesús, quien padeció, murió y resucitó por ti, por mí y por todos. Oremos:


Amado Señor: Vengo a ti cargado de pecados y de culpas. Confieso que soy pecador y que necesito tu perdón. Toma el control de mi vida; te acepto como mi Señor y Salvador y quiero conducirme de ahora en adelante tomado de tu mano. Gracias Señor por hacer de mí una nueva criatura, por perdonarme y limpiarme; y por darme el privilegio de vivir contigo. En tu nombre Jesús, amén.


Un abrazo y bendiciones.

No hay comentarios: