viernes, 8 de abril de 2011

Misión para todos

–¡Ve! –insistió el Señor–, porque ese hombre es mi instrumento escogido para dar a conocer mi nombre tanto a las naciones y a sus reyes como al pueblo de Israel.

Hechos: 9:15.


Lectura diaria: Hechos 9:1-31. Versículo para memorizar: Hechos 9:15.


ENSEÑANZA


Cuando el Señor llama a una persona, la llama para darle una vida completa y con propósito. El primer propósito de Dios es que le sirva de instrumento para llevar el evangelio a otros. A Él, no le importa quienes fuimos ni hasta dónde llegó nuestro pecado. En el mismo momento de la conversión, quedan automáticamente por su misericordia borradas todas las iniquidades cometidas (Sal. 103:3), “y nunca más (se acordará) de sus pecados” (Jer. 31:34d). Saulo de Tarso es el ejemplo patético de su compasión por el hombre. No sólo entregaba los cristianos a los sacerdotes sino que los hacía meter en la cárcel e incluso aprobaba los martirios (Hch. 7:60c) y persecuciones contra los primeros convertidos (Hch. 8:3). Dios tenía un plan maravilloso para este joven perseguidor: sería el encargado de proclamar el nombre de Jesús a los gentiles; en este escenario, se convirtió en el padre espiritual de todos nosotros. Después ya cambiado su nombre por el de Pablo y haciendo diferentes viajes predicando a unos y otros, vivió en carne propia lo mismo que hacía a los llamados: persecución, cárcel, dolores, etc.

No afecta lo que se haya hecho o dejado de hacer. Simplemente hay que reconocer en Jesucristo al Dios enviado a la tierra para darnos salvación. Quizá estás en contra del cristianismo y aunque no metes a prisión a sus seguidores, no puedes aceptarlos y te son una carga difícil de soportar. Al igual que a Pablo, el Señor te dice hoy: “¿Por qué me persigues?” (v. 4). Deja que Jesús te demuestre quién es en verdad Él y cambie tu vida con un propósito definido. Si es tu deseo conocerle de esta manera te invito a orar así:


Señor Jesucristo: Reconozco que soy pecador y que no sé en realidad quién eres tú. Por favor entra en mi vida y muéstrame lo que tienes para mí. Te acepto como mi único Señor y Salvador. Quiero dejarme moldear por ti y ser un instrumento en tus manos. Gracias por venir a calmar mi sed de antipatía hacia tu Iglesia, por perdonarme, y darme la vida eterna que me ofreciste. En tu nombre Jesús, amén.


Un abrazo y bendiciones.

No hay comentarios: