lunes, 25 de abril de 2011

La santidad buscada por la gracia

Sean ustedes santos, porque yo, el Señor, soy santo, y los he distinguido entre las demás naciones, para que sean míos.
Levítico 20:26.


Lectura diaria: Levítico 20:22-27. Versículo para memorizar: Levítico 20:26.


ENSEÑANZA


Terminando de leer el libro de Levítico saqué como conclusiones dos aspectos que deseo compartirlos con ustedes. El primero es como para recapacitar y pensar lo difícil que era para los israelitas seguir al píe de la letra toda la ley dada por el Señor. Son tantas que abarcan desde los animales que podían comer y los que no; hasta las que llevaban sobre sus hombros el hecho de ser impuros por situaciones tales como el tocar el cadáver de un animal impuro; el nacimiento de un hijo en una mujer o simplemente por tener la menstruación, o tener relaciones sexuales; igualmente lo eran por diferentes enfermedades cutáneas o infecciosas; inclusive el moho en la ropa, la urdimbre o en algún cuero se convertía en algo impuro, de lo cual debían limpiarse muy exhaustamente para continuar su vida. Había leyes para la expiación de pecados donde se llevaban los animales ante el sacerdote y se sacrificaban como sacrificio expiatorio como propiciación por el causante y por su familia. Leyes sobre las relaciones ilícitas y no permitidas. En fin, eran leyes y leyes. Hay leyes que desde ese tiempo tienen vigencia y en el Nuevo Testamento también se prohíben como las de relaciones sexuales entre parejas del mismo sexo o con animales y que están vigentes en la actualidad. También se describe en este libro, las fiestas solemnes que debían guardar. Creo que si hubiese sido solamente el decálogo, muy seguramente no tendría el valor que en realidad tiene el sacrificio del Señor Jesucristo en la cruz, pues gracias a Dios, el Señor vino a pagar de una vez y para siempre con su sangre el precio de todos nuestros pecados cuando se ofreció a sí mismo (He. 7:26-27), y de paso quitó de encima de todo su pueblo el peso de tanta carga. Lástima que ellos no lo hubieran entendido de esa manera y sean solamente unos pocos los que siguen a Jesús (judíos mesiánicos).

El otro punto y el más importante que debemos tomar en cuenta todos los cristianos se refiere a la santidad. A lo largo de la lectura el Señor afirma una y otra vez que Él es el Señor y que es santo, por consiguiente quiere que primero su pueblo elegido lo sea y como ramas adheridas a ellos, nosotros los gentiles, también debemos buscar la santidad (1 Ped. 1:15-16). Somos igualmente distinguidos entre las demás naciones: “Pero ustedes son linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo que pertenece a Dios” (1 Pe. 2:9).

En conclusión ya estamos libres de la ley levítica, sin embargo, debemos recordar que es importante amar a Dios y seguirle en santidad. Ya no dependemos de una ley esclavizante porque fuimos rescatados por gracia. Y el Señor nos ordena: “Por tanto, sean perfectos, así como su Padre celestial es perfecto” (Mt. 5:48). La perfección busca la santidad.

Si deseas entregarle tu vida a quien ofreció la suya como sacrificio expiatorio por ti, te invito a orar:


Señor Jesucristo: Confieso que soy pecador y vengo arrepentido ante ti. Toma mi vida y hazme como quieres que yo sea. Acepto el sacrificio único y suficiente que hiciste por mí en la cruz y te acepto como mi Señor y Salvador. Gracias Jesús por venir a morar conmigo y perdonarme. Gracias por darme la vida eterna y la libertad que tengo en ti. Amén.


Un abrazo y bendiciones.

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