sábado, 9 de abril de 2011

¡Hay que clamarle! Él nos lo dice

Así dice aquel cuyo nombre es el Señor, el que hizo la tierra, y la formó y la estableció con justicia: "Clama a mí y te responderé, y te daré a conocer cosas grandes y ocultas que tú no sabes”.
Jeremías 33:2-3.


Lectura diaria: Jeremías 33:1-26. Versículos para memorizar: Jeremías 33:2-3.


ENSEÑANZA


No tenemos porque no sabemos pedir (St. 4:2-3). El Señor mismo, Dios Todopoderoso, Aquel que nada le queda grande y Dios de imposibles, nos dice en su Palabra “Clama a mí y te responderé”. ¿Sobre qué deseamos clamarle? Miremos lo que sigue: “Sin embargo, les daré salud y los curaré; los sanaré” (salud, v. 6a); “haré que disfruten de abundante paz y seguridad” (bienestar, v. 6b); “Cambiaré la suerte de Judá y de Israel, y los reconstruiré como al principio” (estabilidad económica, v. 7), Judá o Israel somos nosotros mismos (Pedro, Juan, María, Margarita, etc.); “Los purificaré de todas las iniquidades que cometieron contra mí; les perdonaré todos los pecados con que se rebelaron contra mí” (limpieza y perdón total, v. 8); “Se oirá de nuevo el grito de gozo y alegría” (satisfacción completa, v. 10b); “Y será llamada así: El Señor es nuestra justicia” (justicia, v. 16b).

Su promesa es inquebrantable: “Si yo no hubiera establecido mi pacto con el día ni con la noche, ni hubiera fijado las leyes que rigen el cielo y la tierra, entonces habría rechazado a los descendientes de Jacob y de mi siervo David” (v. 25). Nosotros somos sus descendientes; ya somos linaje escogido, real sacerdocio ¿por qué temer y no clamarle como a nuestro buen Padre amoroso que es? Más bien, aprovechemos estos inconvenientes y alabémosle en completa adoración: “Den gracias al Señor Todopoderoso, porque el Señor es bueno, porque su amor es eterno” (v. 11). Su amor es inmutable, no cambia y sus promesas son de restauración. Acerquémonos al Señor con corazón contrito y humillado. Clamémosle que Él nos responderá.


¿Quieres conocer a este Dios maravilloso? Él envió a su Hijo Jesús al mundo, para que por medio de Él, llegásemos al Padre. Jesús vino a restaurar todo lo perdido, a perdonarnos y darnos salvación. Si tu deseo es entregarle tu vida, te invito a orar así:


Señor Jesucristo: Acepto que soy pecador y entiendo que tu bendita sangre me limpia completamente y me hace una persona nueva. Te recibo en mi vida como mi Señor y Salvador. Quiero aprender a vivir por el camino correcto contigo. Gracias por venir a mí, por perdonarme y limpiarme, por darme la vida eterna y restaurarme en mis diferentes áreas. En tu nombre Jesús, amén.


Un abrazo y bendiciones.

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