sábado, 9 de octubre de 2010

Palabras de sabiduría

No te asombre ver que alguien se enriquezca y aumente el esplendor de su casa, que al morir no se llevará nada, ni con él descenderá su esplendor. Aunque en vida se considere dichoso, y la gente lo elogie por sus logros, irá a reunirse con sus ancestros, sin que vuelva jamás a ver la luz.

Salmo 49:16-19.


Lectura diaria: Salmo 49:1-20. Versículos del día: Salmo 49:16-19.


ENSEÑANZA


El salmista al hacer un análisis de la vida, decide mejor prestarle atención a los proverbios y se pregunta: “¿Por qué he de temer en tiempos de desgracia cuando me rodeen inicuos detractores? ¿Temeré a los que confían en las riquezas y se jactan de sus muchas posesiones? (vv. 5-6). A la riqueza y el poder les sucede lo mismo que a la belleza, es pasajera; de un momento a otro pueden desvanecerse y solamente quedarán las cenizas del recuerdo. Aún si toda la vida la persona ha gozado de innumerables bienes materiales, poco saca al morir porque como dice el versículo del día: “no se llevará nada ni con él descenderá su esplendor”. El mensaje va dirigido en especial a todos los que laboran en diferentes estamentos y se acobardan ante los gritos e injurias de sus dirigentes. Muy diferente es tenerles a los superiores el respeto y la honra que merecen, a sentirles miedo y temor, puesto que lo único que en determinados momentos nos puede separar de ellos es el cargo que profesan. Debemos ser conscientes de la situación ya que en muchas ocasiones el empleado dejándose llevar por la autoridad que el jefe ejerce, comete faltas graves que incluso lo pueden implicar penalmente. En el trabajo hay que pedirle a Dios mucha provisión de sabiduría, discernimiento y dominio propio para laborar de acuerdo a los principios éticos y morales sin dejarse involucrar en situaciones bochornosas. ¿Por qué entonces asombrarnos y quizá codiciar el poder y la riqueza, si ante los ojos de Dios todos somos iguales? Es más: nosotros pertenecemos al Rey de reyes y Señor de señores, somos los que debemos gloriarnos y hacer ínfulas de lo que nos corresponde. El único temor que debemos poseer, es el reverente hacia Dios, éste da al creyente el valor de dominar el temor que viene de los contratiempos cotidianos. Inclinemos el oído y prestemos atención a lo expresado por el Señor en su Palabra.


Un abrazo y bendiciones.

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