jueves, 7 de octubre de 2010

Amor y compañía

Esta es la oración al Dios de mi vida: que de día el Señor mande su amor, y de noche su canto me acompañe.
Salmo 42:8.


Lectura diaria: Salmo 42:1-11. Versículo del día: Salmo 42:8.


ENSEÑANZA


Creo que no puede existir una relación si estos dos ingredientes no están presentes: amor y compañía. Nada sacamos con decir que amamos a nuestro cónyuge, si solamente se queda en palabras pero en demostraciones falla. La mujer en especial para sentirse amada debe saber que el otro ser está ahí; su presencia le infunde fortaleza y ánimo. Esto en nuestra relación de pareja. Con los demás: amigos y familiares, la compañía puede no estar de cuerpo presente, pero hay otras cosas que hacen sentir que no estamos solos, por ejemplo la oración y unas buenas palabras de ánimo, nos ayudan a levantar y entender que estamos acompañados. Teniendo en cuenta que existe una analogía entre la relación de los cónyuges y la de Cristo con su Iglesia, tomemos entonces, el primer caso. La Iglesia es la mimada del Señor, su amada que debe buscarle por doquier y la que le pregunta: “¿Dónde apacientas tus rebaños? ¿Dónde a la hora de la siesta los haces reposar? Si no lo sabes, bella entre las bellas, ve tras las huellas del rebaño y apacienta a tus cabritos junto a las moradas de los pastores” (Cnt. 1:7-8). Nuestro amado Señor se encarga de cautivarnos y llevarnos hacia su palacio. Cuando lo logra nos adule porque somos bellos y especiales para Él. “Toda tú eres bella, amada mía; no hay en ti defecto alguno” Así es como el Señor nos ve, ya lavados, limpiados y purificados con su sangre. Ante tanto amor derramado, ¿qué puede decir su novia, la que va a convertirse en esposa? Soñar con Él despierta, halagarlo también y serle fiel hasta la eternidad. Cuando vuelva a encontrarse con su Amado, cara a cara allá en las “Bodas del Cordero” no deseará despegarse ni un momento de su lado porque nos ha grabado y sellado con su Espíritu para comprender que: “Como llama divina es el fuego ardiente del amor. Ni las muchas aguas pueden apagarlo” (Cnt. 8:6d-7). Señor quiero enamorarme de ti, de tal manera que sienta tu amor día a día y tu compañía en la noche. ¡Apresúrate Amado mío! Grábame como un sello sobre tu corazón y llévame como una marca sobre tu brazo. Este amor por encima de todos los amores, está dispuesto para ti. Es el amor que nunca deja de ser; el amor inagotable; la esencia misma de la vida. Jesús puede tomarte en sus brazos y atraerte hacia Él; déjate conquistar por el gran amor del Salvador y experimentarle en el día, esperando dormirte con el suave murmullo de una canción que te arrulle.


Un abrazo y bendiciones.

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