viernes, 22 de octubre de 2010

No callar, testificar; compromiso con las generaciones

Cosas que hemos oído y conocido, y que nuestros padres nos han contado. No las esconderemos de sus descendientes; hablaremos a la generación venidera del poder del Señor, de sus proezas, y de las maravillas que ha realizado.
Salmo 78:3-4.


Lectura diaria: Salmo 78:1-8. Versículo del día: Salmo 78:3-4.


ENSEÑANZA


Así nuestros padres no hayan sido cristianos, no podemos negar por lo vivido, las proezas y hazañas que hemos compartido al lado del Señor Jesucristo. Ya en el lugar de padres y con la experiencia maravillosa de haber conocido al Salvador del mundo, es nuestro deber enseñarle a los hijos desde pequeños, en primer lugar, el temor del Señor e instruirlos (Pr. 22:6) para que aprendan a andar a su lado y para que por sí mismos, vean y comprueben la inmensa grandeza de su poder. Los israelitas que fueron obedientes, hicieron bien la tarea porque no escatimaron tiempo ni lugar para acatar lo dicho en Deuteronomio 6:6-9: “Grábate en el corazón estas palabras que hoy te mando. Incúlcaselas continuamente a tus hijos. Háblales de ellas cuando estés en tu casa y cuando vayas por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes. Átalas a tus manos como un signo; llévalas en tu frente como una marca; escríbelas en los postes de tu casa y en los portones de tus ciudades”. Si sinceramente, hemos recibido al Señor, entonces no queda más que cumplir fielmente sus mandatos de manera que le dejemos a nuestros hijos y nietos, el mejor legado: Conocer al Señor Jesucristo como Señor y Salvador personal y evidenciar en sus propias vidas que lo dicho y practicado en el hogar paterno, es una clara evidencia de la presencia amorosa y real de Aquel que vino a morir en nuestro lugar, y así pasar de generación en generación esta verdad indestructible para que ellos también pongan su confianza en Dios y no se olviden nunca de sus proezas. Por eso es necesario, hablar y no callar.


Un abrazo y bendiciones.

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