domingo, 3 de octubre de 2010

El matrimonio sin mancilla

Tengan todos en alta estima el matrimonio y la fidelidad conyugal, porque Dios juzgará a los adúlteros y a todos los que cometen inmoralidades sexuales.
Hebreos 13:4.


Lectura diaria: Efesios 5:22-33. Versículo de estudio: Hebreos 13:4.


ENSEÑANZA


Cuando el Señor instituyó el vínculo del matrimonio en Génesis 2:24, lo hizo con el propósito de que el hombre no estuviera solo, que encontrara una verdadera ayuda idónea, que lo acompañara para el resto de sus días. Esta institución la corrobora el mismo Señor Jesús en Mateo 19:5-6 donde además aclara que lo unido por Él, el hombre no debe deshacerlo. Desafortunadamente no siempre se logra este objetivo por diferentes razones, aunque el ideal sería acatar lo deseado por Dios y que fuera para toda una vida. Es difícil y más en los tiempos actuales donde todo es permisivo lograr tener una relación estable. La inmoralidad sexual ronda desde los años juveniles e incluso diría sin ni siquiera haber terminado los de la infancia. La misma tecnología avanzada con televisión por cable que no respeta horarios ni edades y el internet donde los niños y jóvenes lo manejan a la perfección, ha permitido que las nuevas generaciones tengan un concepto ambiguo de la sexualidad. A parte de ello, no nos digamos mentiras, la indiferencia del hombre hacia Dios o la idea tradicional de “peco, confieso y empato” ha llevado también a los adultos a considerar el matrimonio como un evento social nada más, donde “si me aburro, me divorcio”. No se tiene el empuje y celo de antaño por conservar lo que verdaderamente Dios unió. Considero que una de las causales para llegar a estos extremos es no saber lo que Dios espera tanto de un hombre como de una mujer (Ef. 5:22-25). Dios manda a la mujer un sometimiento y al hombre, amor. Tanto el uno como el otro son inobjetables. No quiere decir esto, que la mujer tiene que estar subyugada a su marido, al contrario, si éste la ama con el amor que Dios le ordena, para ella será un gusto sentirse protegida y al mismo tiempo compartir sus decisiones. Desafortunadamente el hombre no entiende cuál sometimiento es el referido por el Señor, y si la grita, la maltrata y la hiere no se da cuenta que está maltratando a su propio cuerpo (Ef. 5:28). El matrimonio no es de 50 y 50; es de 100 y 100. Ambos dar lo máximo para alcanzar la estabilidad conyugal. Cuando las normas establecidas por el Creador se cumplen, no hay por qué buscar por fuera lo que podría traer consecuencias funestas: “El mandamiento es una lámpara, la enseñanza es una luz, y la disciplina es el camino a la vida”; “Pero al que comete adulterio le faltan sesos; el que asía actúa se destruye a sí mismo. No sacará más que golpes y vergüenzas, y no podrá borrar su oprobio” (Pr. 6:23 y 32). Si como padres queremos ver a nuestros hijos felices y estables emocionalmente, tenemos que empezar a darles ejemplo. Para esto, la única y verdadera solución está en Cristo Jesús. Hagamos de nuestro matrimonio, un matrimonio Cristo-céntrico dónde sea el Señor quien dirija todas las áreas de la vida familiar. Que ellos vean en los padres una forma de vida muy distinta a la que el mundo les ofrece, inculcándoles una estima alta al vínculo del matrimonio y a la fidelidad conyugal.


Un abrazo y bendiciones.

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