jueves, 27 de mayo de 2010

Siempre firmeza y persistencia

No temerá recibir malas noticias; su corazón estará firme, confiado en el Señor. Su corazón estará seguro, no tendrá temor, y al final verá derrotados a sus adversarios.
Salmo 112:7-8.


Lectura diaria: Salmo 112:1-10. Versículo del día: Salmo 112:7-8.

ENSEÑANZA

Reuniendo todas las lecturas de mi devocional saqué el siguiente resumen que deseo compartirles: El Salmo 112 nos habla de la actuación del justo donde siempre a pesar de las dificultades goza de paz y tranquilidad. Sé por experiencia propia que una cosa es decirlo y otra vivirlo, pues en medio de borrascas (para qué nos decimos mentiras), la parte humana tira mucho. Por ejemplo si te dicen: “tienes cáncer” o “el fallo judicial salió en tu contra”, nuestro primer impulso, por lo menos en mi caso, es dejar rodar las lágrimas. Como cristianos y humanos que somos es difícil entender muchas veces las adversidades; sin embargo, después de asimilar las situaciones y verlas con más tranquilidad, podemos analizarlas y darnos cuenta que precisamente ahí es donde está el meollo del asunto: ¿Qué tan firme es nuestra fe? ¿Hasta cuándo debemos persistir? ¿Nos vamos a dejar derrotar? O ¿Vamos a confiar en Dios y su Palabra? Dice Proverbios 24:10: “Si en el día de la aflicción te desanimas, muy limitada es tu fortaleza”. Nuestra fortaleza está basada en la fe puesta en el Hijo de Dios, Jesucristo. Y si Jesucristo ya hizo lo más grande como venir a morir en una cruz simplemente por salvarnos y rescatarnos de las garras de Satanás, ¿no puede actuar en lo material y físico también? El Señor peleará por nosotros y al final veremos derrotados a nuestros adversarios. Tenemos que creerle a Dios lo que nos dice en su Palabra, porque después de esto, cuando todo quede limpio, seremos abundantemente bendecidos. “Cuando se limpien los campos y brote el verdor, y en los montes se recoja la hierba, las ovejas te darán para el vestido, y las cabras para comprar un campo; tendrás leche de cabra en abundancia para que se alimenten tú y tu familia, y toda tu servidumbre” (Pr. 27:25-27). Esto no lo digo yo, lo dice el Altísimo, el Sublime, el Invisible, el Poderoso y creador de todo el universo; el dueño de todo el oro y la plata del mundo. El Dios de los imposibles; el Dios en quien has creído tú y he creído yo. Entonces, ¿Qué me enseña Dios con esto? Simplemente que debo continuar, creyéndole a Él por ser quien Él es. Seguir persistiendo, perseverando sin desmayar, descansando en el Señor, sin dejar de hacer lo que es mi obligación: continuar en la construcción de mi hogar en el cimiento que es Jesucristo y disponer mi corazón para que otros lleguen a sus pies y edifiquen sus familias sobre el fundamento único e inigualable puesto por Dios: Jesucristo la piedra que desecharon los constructores y que ha venido a ser la piedra angular (Hch. 4:11).

Un abrazo y bendiciones.

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