jueves, 13 de mayo de 2010

¡Cuidado! La murmuración conlleva rebelión

¿Por qué se creen ustedes los dueños de la comunidad del Señor?.

Números 16:3.

Lectura diaria: Números 16:1-50. Versículo del día: Números 16:3.

ENSEÑANZA

Hay que tener demasiado cuidado cuando abrimos la boca para murmurar sobre las autoridades impuestas por Dios, en especial cuando se trata de líderes cristianos. A lo largo de este capítulo vemos cómo Dios destruyó a gran parte de su pueblo por chismear contra Moisés y Aarón, sus escogidos. La comunidad instigada por Coré, Datán y Abirán se rebeló contra los ungidos del Señor y el castigo contra ellos no se hizo esperar; todos los rebeldes pagaron con sus propias vidas “Tan pronto como Moisés terminó de hablar, la tierra se abrió debajo de ellos; se abrió y se los tragó, a ellos y a sus familias, junto con la gente y las posesiones de Coré” (vv. 31-32). No solamente vemos la actuación de Dios en este caso, anteriormente Myriam y Aarón hermanos de Moisés, también murmuraron contra su siervo Moisés. El Señor mismo les dijo lo siguiente: “Cuando un profeta del Señor se levanta entre ustedes, yo le hablo en visiones y me revelo a él en sueños. Pero esto no ocurre así con mi siervo Moisés, porque en toda mi casa él es mi hombre de confianza. Con él hablo cara a cara, claramente y sin enigmas. Él contempla la imagen del Señor. ¿Cómo se atreven a murmurar contra mi siervo Moisés?” (Nm. 12:6-8). Como consecuencia de esta actuación Myriam quedó leprosa y por intercesión de Moisés a Dios, sólo le duró siete días. La enseñanza que nos deja el pasaje, es aprender a controlar la lengua máxime cuando están líderes religiosos de por medio. Nuestra obligación es orar por los pastores y ministros del Evangelio, si ellos están obrando mal, hay uno mayor que nosotros para juzgarlos y reprenderlos. Evitémonos pecados de esta naturaleza; de por sí, como dice Pablo: “No tienes excusa tú, quien quiera que seas, cuando juzgas a los demás, pues al juzgar a otros te condenas a ti mismo, ya que practicas las mismas cosas” (Rm. 2:1).

Un abrazo y bendición.

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