¡Ahora acérquense y desayunen!, dijo Jesús. Ninguno de los discípulos se atrevió a preguntarle: ¿Quién eres? Todos sabían que era el Señor.
Juan 21:12. NTV.
Lectura: Juan
21:1-14. Versículo del día: Juan 21:12.
MEDITACIÓN DIARIA
La lectura habla de la
pesca milagrosa que el Señor permitió que ocurriera, en la tercera vez que se
apareció a sus discípulos, después de su resurrección. Simón Pedro y la mayoría
de ellos, se fueron a pescar al mar de Galilea en la noche, pero no pescaron
nada; al amanecer el Señor se les apareció y les ordenó echar la red a la
derecha de la barca y en efecto pescaron de tal manera que no podían sacar la
red por la cantidad de peces que contenía. Solamente Juan, el discípulo a quien
el Señor amaba lo reconoció y le dijo a Pedro. Cuando llegaron todos a la
orilla, el Señor ya les tenía preparado el desayuno de pescado a la brasa y
pan. Para mí es muy importante lo que sigue: “Ninguno de los discípulos se
atrevió a preguntarle: ¿Quién eres? Todos sabían que era el Señor”. ¿Por qué me
parece interesante? Porque en muchas ocasiones nos pasa exactamente lo mismo.
Quizá ante el mundo, eso no tiene sentido, pero para nosotros los cristianos,
los que estamos convencidos de que el Señor obra y puede hacer maravillas nos
llena totalmente. Puede que los demás digan: ‘es casualidad´; ‘seguro se
imaginó’, ‘se está volviendo loco(a)”, etc., pero bien sabemos quién es el
Autor. El Señor se manifiesta en milagros asombrosos como en pequeños también,
Yo he podido darme cuenta de que el Señor es experto en pequeños detalles.
¡Toda la gloria y honra sean para Él!
Mi buen Señor
Jesús: gracias porque para Ti lo imposible se hace realidad y no necesitamos
que la ciencia avale tus hechos porque bien sabemos que Eres Tú quien obras con
tu amor y misericordia para traernos no solamente sanidad, sino también para
darnos gusto en muchas cosas con detalles amorosos, así como lo hiciste con tus
discípulos. Gracias, bendito Señor; Tú me has mostrado a lo largo de mi vida,
lo importante que soy para Ti y cuantas veces has levantado mi ánimo sanando mi
cuerpo, cuidándome, consolándome, resguardándome de todo mal, dándome gusto en
pequeños detalles y teniendo misericordia cuando he caído. De verdad, que Eres
mi Dios Único, Fiel, Misericordioso y Bondadoso Señor. ¡Cómo no amarte mi Rey
Señor y Salvador!
Un abrazo y bendiciones.
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