Esta es la palabra de fe que predicamos: que, si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que Dios lo levantó de entre los muertos, serás salvo.
Romanos 10:8-9. NVI.
Lectura: Romanos
10:1-13. Versículo del día: Romanos 10:8-9.
MEDITACIÓN DIARIA
Dice la lectura que
Cristo es el fin de la ley. Él ya cumplió el propósito por el cual se entregó
la ley y, por lo tanto, todos los que creen en Él, son hechos justos a los ojos
de Dios (v. 4). Si dices no conocer el mensaje, aquí te lo transmito: “En
realidad, dice: El mensaje está muy al alcance de la mano, está en tus labios y
en tu corazón. Y ese mensaje es el mismo mensaje que nosotros predicamos acerca
de la fe” (v. 8 NTV). Si declaras abiertamente que Jesús es el Señor y crees en
tu corazón que Dios lo levantó de entre los muertos, serás salvo. “Pues es por
creer en tu corazón que eres hecho justo a los ojos de Dios y es por declarar
abiertamente tu fe que eres salvo” (v.10). La Palabra de Dios es muy clara y
aquí no hay vuelta de hoja, es tal cual como nos lo está diciendo. Hace poco
escuché a una persona que dijo que todos íbamos para el cielo; no lo creo. Es
creyendo en el corazón y expresándolo con la boca. No hay otra manera. El
Evangelio de Juan también nos afirma que Jesús, era ya la luz del mundo y todo
fue hecho por Él; vino al mundo, pero el mundo no lo reconoció. Los suyos no lo
recibieron: “Mas a cuantos lo recibieron, a los que creen en su nombre, les dio
el derecho de ser hijos de Dios” (Juan 1:12). Entonces, hay que recibir a Jesús
en el corazón para ser salvos; para ir al cielo; para ser hijos de Dios.
Te invito a orarle; si
nunca has declarado con tu boca lo que Él es y lo que vino a hacer por ti, te
sugiero que lo hagas. Si te parece podemos orar así:
Señor Jesús: te
necesito; sé que Eres el Hijo de Dios que viniste a este mundo a pagar por mis
pecados. Hoy, confieso abiertamente que Eres el Señor y creo que Dios te levantó
de entre los muertos. Toma mi vida; te abro la puerta y te recibo como mi Señor
y Salvador personal. Haz de mí la persona que deseas que yo sea. Te doy gracias
por perdonar mis pecados y darme una vida eterna a tu lado.
Un abrazo y bendiciones.
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