Como un pastor que cuida su rebaño, recoge los corderos en sus brazos; los lleva junto a su pecho, y guía con cuidado a las recién paridas.
Isaías 40:11. NVI.
Lectura: Isaías 40:6-31.
Versículo del día: Isaías 40:11.
MEDITACIÓN DIARIA
Continuamos con más
promesas para levantar nuestro ánimo y entender que no estamos solos. Este es
nuestro Señor. El que llega con poder; el que ha medido las aguas en la palma
de su mano y abarcado entre sus dedos los cielos (v. 12). El Señor es quien
ordena a la multitud de estrellas una por una y llama a cada una por su nombre
y no falta ninguna de ellas (v. 26). Nosotros, no tenemos ningún derecho a
reclamarle porque si no lo sabias: “El Señor es el Dios eterno, creador de los
confines de la tierra. No se cansa ni se fatiga, y su inteligencia es
insondable” (v. 28). Así es nuestro Dios que nadie puede igualar ni comparar; es
el mismo que está pendiente de cada una de sus ovejas. Es el que busca a la
perdida y recoge a la extraviada; el que venda sus heridas y fortalece a las
débiles (Ezequiel 34:16). Definitivamente como lo dijo David: “¿Qué es el
hombre, para que en él pienses?” (Salmo 8:4). No somos nada y sin embargo
¡cuánto nos ama!
Y nos cierra el Señor
este capítulo con broche de oro afirmando: “Él fortalece al cansado y
acrecienta las fuerzas del débil. Aun los jóvenes se cansan, se fatigan, y los
muchachos tropiezan y caen; pero los que confían en el Señor renovarán sus
fuerzas; volarán como las águilas: correrán y no se fatigarán, caminarán y no
se cansarán” (vv. 29-31). Igualmente, no importa si te sientes alejado, perdido,
cansado, agobiado; si te consideras viejo y que ya las fuerzas no alcanzan.
Esta es Palabra de Dios y es para ti y para mí: nos tomará en sus brazos para devolvernos
al redil; volaremos como las águilas y correremos sin fatigarnos ni cansarnos. El
Creador de cielos, mares y tierra no miente y nos ama más que nadie. ¡Creámosle!
Amado Dios y Señor
nuestro: no tenemos palabras para decirte lo agradecidos que estamos Contigo. A
veces nos cuesta entender como Tú, un Dios tan Omnipotente y Soberano, te fijas
en nosotros que lo único que hacemos es fallarte. Gracias, muchas gracias buen
Dios y Señor. Gracias por tomar nuestra debilidad, nuestras fallas, nuestro
cansancio y fatiga y levantarnos tan alto como el vuelo de las águilas. Gracias
por buscarnos, alzarnos junto a tu pecho, restaurarnos y pastorearnos como a lo
más precioso de tu redil. ¡Te amamos Señor!
Un abrazo y bendiciones.
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