Muchas son, Señor mi Dios, las maravillas que tú has hecho. No es posible enumerar tus bondades en favor nuestro. Si quisiera anunciarlas y proclamarlas, serían más de lo que puedo contar.
Salmo 40:5. NVI.
Lectura:
Salmo 40:1-17. Versículo del día: Salmo
40:5.
MEDITACIÓN
DIARIA
Creo
que personalmente tengo muchas maravillas para anunciar y proclamar. De hecho,
cada vez que se da la oportunidad lo pregono. He tenido que cogerme fuertemente
del Señor en diversas situaciones: “Puse en el Señor toda mi esperanza; él se
inclinó hacia mí y escuchó mi clamor” (v. 1); en momentos de crisis financiera;
cuando lo perdimos todo de la noche a la mañana. Cuando estuvimos a punto de
perder el apartamento de Bogotá, pero el Señor obró magistralmente y todo salió
adelante. Puedo decir igual: “Me sacó de la fosa de la muerte, del lodo y del
pantano; puso mis pies sobre una roca, y me plantó en terreno firme” (v. 2); y
no fue una vez, fueron dos veces que estuve al borde de la muerte, pero mi
Señor dijo: ‘todavía no es tu tiempo’. Quizá por eso, ahora soy tan tranquila
con esta llamada pandemia. Estoy convencida que cuando el Señor diga ‘ya’, no habrá
vacuna, ni dosis alguna que detenga su voluntad.
“Muchos
males me han rodeado; tantos son que no puedo contarlos. Me han alcanzado mis
iniquidades, y ya ni puedo ver. Son más que los cabellos de mi cabeza, y mi
corazón desfallece” (v. 12). Sí; mi corazón desfallece cada vez que le quedo
mal a mi Señor. ¡Él ha hecho tanto por mí y yo sigo cayendo! Pero su gran amor
y fidelidad no me dejan y esto lo sé muy bien. Por eso clamo como David: “Por
favor, Señor, ¡ven a librarme! ¡Ven pronto, Señor, en mi auxilio!” (v. 13).
Amado
Señor y Dios mío: no tengo palabras para agradecerte tanto bien que me has
dado. En cada circunstancia adversa de mi vida, has estado listo a tenderme tu
mano; gracias, gracias buen Dios. Que todos los que te buscan y aman tu
salvación hablen siempre de tu grandeza y amor. Quiero hacer tu voluntad;
aléjame de todo lo que no es Tuyo. Pon en mí, un espíritu obediente. Tú Eres mi
Socorro y mi Libertador, ¡no tardes Dios mío!
Un abrazo y bendiciones.
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