martes, 17 de noviembre de 2020

No temamos que nos invadan las langostas

 

Lo que dejaron las langostas grandes lo devoraron las langostas pequeñas; lo que dejaron las langostas pequeñas se lo comieron las larvas; y lo que dejaron las larvas se lo comieron las orugas. 

Joel 1:4. NVI.


Lectura: Joel 1:1-12.  Versículo del día: Joel 1:4.


MEDITACIÓN DIARIA


En mi concepto personal, estoy convencida de una cosa: cuando llegan las crisis económicas, sucede tal cual. Me atrevo a decirlo por nuestra propia experiencia. Nosotros todo lo fuimos perdiendo empezando por lo más grande, hasta incluso terminar una empleada llevándose lo más pequeño. Y sí; se llora, se gime, la casa se siente desolada y las horas interminables. Yo pasé esta tribulación; la recuerdo perfectamente.

Pero saben, hubo cosas impactantes en ese tiempo de desierto: nunca nos acostamos sin haber comido, nunca nuestros hijitos (los tres), abandonaron sus estudios, y nunca ellos ya adolescentes nos dejaron solos. Siempre lo he dicho y lo sostengo, que fueron las torres fuertes que Dios puso a nuestro lado para que no nos derrumbáramos. Agradezco tanto, al Pastor de jóvenes de la Iglesia a la que ellos asistían y a la que más tarde todos en casa frecuentamos. Este hombre de Dios supo sembrar en estos muchachos, fuertes semillas que con el tiempo han dado excelentes frutos. Gracias P. Silvano Espíndola; jamás dejaré de reconocer su labor espiritual con ellos y le doy gracias al Señor por su vida y la de su familia.

De todas maneras, lo que deseo decirles, es que en tiempos de vacas flacas no se asusten. De cualquier forma, nuestro excelente Papá, tenderá su mano y nos sacará adelante victoriosos. No teman enfrentar diversas pruebas, ni que las langostas los invadan, detrás viene la bendición.


Amado Señor: cuando empezamos a caminar por esos desiertos áridos y agrestes, la desolación empieza a hacer mella en nuestras vidas y por más que seguimos andando, unas veces más lento que otras, no divisamos el oasis que calme en algo nuestra sed. Sin embargo, cuando ya las fuerzas se agotaban y rendida yo caía a tus pies, tus brazos me recibían, me levantaban, me arrullaban y por la senda proseguía. Oh mi Señor, siempre lo he dicho y lo seguiré diciendo, tal vez fue la forma de amarme tanto y tenerme pegadita a Ti. Por otro lado, sabía, si me soltaba, que como un efecto dominó todos caeríamos. Gracias, gracias buen Dios por estar a nuestro lado en esos años de incertidumbre y agonía. Al final, hiciste una obra magistral en cada uno de los nuestros. Te doy gracias por mis hijitos y sus ministerios para Ti. Te doy gracias por mi Sarita, porque le ha costado, pero sigue a tu lado ahora más que nunca. Te doy gracias por nosotros, que como ejes de este hogar hemos podido ver tu mano poderosa en nuestras vidas.  ¡Bendecimos tu Nombre buen Señor!


Un abrazo y bendiciones.  

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