Lo que dejaron las langostas grandes lo devoraron las langostas pequeñas; lo que dejaron las langostas pequeñas se lo comieron las larvas; y lo que dejaron las larvas se lo comieron las orugas.
Joel 1:4. NVI.
Lectura: Joel 1:1-12. Versículo del día: Joel 1:4.
MEDITACIÓN DIARIA
En mi concepto personal,
estoy convencida de una cosa: cuando llegan las crisis económicas, sucede tal
cual. Me atrevo a decirlo por nuestra propia experiencia. Nosotros todo lo
fuimos perdiendo empezando por lo más grande, hasta incluso terminar una
empleada llevándose lo más pequeño. Y sí; se llora, se gime, la casa se siente
desolada y las horas interminables. Yo pasé esta tribulación; la recuerdo
perfectamente.
Pero saben, hubo cosas
impactantes en ese tiempo de desierto: nunca nos acostamos sin haber comido, nunca
nuestros hijitos (los tres), abandonaron sus estudios, y nunca ellos ya
adolescentes nos dejaron solos. Siempre lo he dicho y lo sostengo, que fueron
las torres fuertes que Dios puso a nuestro lado para que no nos derrumbáramos.
Agradezco tanto, al Pastor de jóvenes de la Iglesia a la que ellos asistían y a
la que más tarde todos en casa frecuentamos. Este hombre de Dios supo sembrar
en estos muchachos, fuertes semillas que con el tiempo han dado excelentes
frutos. Gracias P. Silvano Espíndola; jamás dejaré de reconocer su labor
espiritual con ellos y le doy gracias al Señor por su vida y la de su familia.
De todas maneras, lo que
deseo decirles, es que en tiempos de vacas flacas no se asusten. De cualquier forma,
nuestro excelente Papá, tenderá su mano y nos sacará adelante victoriosos. No
teman enfrentar diversas pruebas, ni que las langostas los invadan, detrás
viene la bendición.
Amado Señor:
cuando empezamos a caminar por esos desiertos áridos y agrestes, la desolación empieza
a hacer mella en nuestras vidas y por más que seguimos andando, unas veces más
lento que otras, no divisamos el oasis que calme en algo nuestra sed. Sin embargo,
cuando ya las fuerzas se agotaban y rendida yo caía a tus pies, tus brazos me
recibían, me levantaban, me arrullaban y por la senda proseguía. Oh mi Señor,
siempre lo he dicho y lo seguiré diciendo, tal vez fue la forma de amarme tanto
y tenerme pegadita a Ti. Por otro lado, sabía, si me soltaba, que como un
efecto dominó todos caeríamos. Gracias, gracias buen Dios por estar a nuestro
lado en esos años de incertidumbre y agonía. Al final, hiciste una obra
magistral en cada uno de los nuestros. Te doy gracias por mis hijitos y sus
ministerios para Ti. Te doy gracias por mi Sarita, porque le ha costado, pero
sigue a tu lado ahora más que nunca. Te doy gracias por nosotros, que como ejes
de este hogar hemos podido ver tu mano poderosa en nuestras vidas. ¡Bendecimos tu Nombre buen Señor!
Un abrazo y bendiciones.
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