Nosotros, colaboradores de Dios, les rogamos que no reciban su gracia en vano. Porque él dice: En el momento propicio te escuché, y en el día de salvación te ayudé. Les digo que este es el momento propicio de Dios; ¡hoy es el día de salvación!
2 Corintios 6:1-2. NVI-
Lectura: 2 Corintios
6:1-13. Versículos del día: 2 Corintios
6:1-2.
MEDITACIÓN DIARIA
Si ya conociste al Señor
piensa en el día que Él te buscó. Quizá lo dejaste pasar de largo y aún más: ya
lo olvidaste y te alejaste porque pusiste tu mirada en otras cosas. Pero con
todo mi corazón yo te reto a que vuelvas a Él, porque en el momento propicio te
escuchó y te ayudó. ¡Ese fue el día de tu salvación!
Lo que el Señor Jesús
vino a hacer por ti, no fue nada fácil: dio su vida misma por ti; para que
tuvieras nuevamente una relación directa con Dios Padre. Dio su vida para que
tus pecados fueran perdonados y tuvieras acceso directo al cielo. Cuando
conoces a Jesús como Señor y Salvador de tu vida, Él te da lo siguiente: Presencia,
“A estos Dios se propuso dar a conocer cuál es la gloriosa riqueza de este
misterio entre las naciones, que es Cristo en ustedes, la esperanza de gloria”
(Colosenses 1:27). Perdón, “en quien tenemos redención, el perdón de pecados”
(Colosenses 1:14). Llegaste a ser hijo de Dios, “Mas a cuantos lo recibieron, a
los que creen en su nombre, les dio el derecho de ser hijos de Dios” (Juan
1:12). Derecho a una vida eterna, “Ciertamente les aseguro que el que oye mi
palabra y cree al que me envió tiene vida eterna y no será juzgado, sino que ha
pasado de la muerte a la vida” (Juan 5:24). Propósito, “El ladrón no viene más
que a robar, matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y la tengan
en abundancia” (Juan 10:10).
Por favor no te olvides
de Jesús de Nazaret. No te olvides del día en que te buscó y tú le dijiste ‘si’.
No recibas ese regalo en vano; es toda su gracia derramada en ti. Oremos:
Amado Señor Jesús:
Hoy te doy gracias por permitirme conocerte un día. Gracias porque me llamaste
en el día exacto y me escuchaste en el momento propicio. Te pido perdón porque
no alcancé a vislumbrar tu obra redentora en la cruz por mí y deseo agradarte de
ahora en adelante. Retómame Señor y guíame por la senda de tu perfecta voluntad.
Un abrazo y bendiciones.
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