Aunque el Señor te dé pan de adversidad y agua de aflicción, tu maestro no se esconderá más; con tus propios ojos lo verás.
Isaías 30:20. NVI.
Lectura: Isaías 30:15-26.
Versículo del día: Isaías 30:20.
MEDITACIÓN DIARIA
En la vida cristiana
tenemos que cruzar desiertos bien áridos y calurosos en donde la sed nos
acorrala y en donde nos sentimos desfallecer con frecuencia. Creo que yo he
vivido desiertos financieros, emocionales, físicos y bueno tal vez sin tenerlo
muy presente y quizá como consecuencia de los anteriores o por mi propio
alejamiento, desiertos espirituales. Lo lindo de todo esto, es que el Señor no
nos dejará interminablemente ahí. Nos ha prometido una tierra que fluye leche y
miel y así es. Muy claro nos lo afirma
el versículo del día: “Aunque el Señor te dé pan de adversidad y agua de
aflicción, tu maestro no se esconderá más; con tus propios ojos lo verás”.
Muchas veces necesitamos
como dicen: respirar tranquilo, contar hasta diez e incluso revisar nuestra
vida y si es necesario perdonar y pedir perdón (v. 15). Al primero, debe ser a
Dios. De todas maneras, sin decirnos mentiras, en cierta forma tampoco le hemos
creído y dudamos de su fidelidad. Yo les puedo decir por mi propia experiencia:
no es fácil. Una cosa es mirar los toros desde la barrera y otra estar en el
ruedo. Para nada es fácil; pero lo hermoso es que al final, el Señor con su
bondad y misericordia nos enrolla en un amor que también es difícil de explicar
porque nos damos cuenta hasta dónde llega ese, su amor inagotable. Por ejemplo:
cuando me diagnosticaron cáncer de seno, el mundo literalmente se me cayó.
Después de exámenes van, exámenes vienen y cirugías tras cirugías, me sentía
completamente desolada. Pero ¡Gloria a Dios! Si no hubiera pasado por todo eso,
al final no habría podido darle al Señor todo el reconocimiento por su obra realizada
en mí. Él actuó en mi vida, hizo el milagro y completamente me sanó. “Por eso
el Señor los espera, para tenerles piedad; por eso se levanta para mostrarles
compasión… ¡Dichosos todos los que en él esperan!” (v. 18). Así que no temas;
si lo estás viviendo, entrégale esa carga al Señor que Él la llevará por ti. El
tiempo de cruzar al otro lado quizá está más cerca de lo que imaginas. Con tus
propios ojos lo verás.
Amado Jesús: gracias porque todas las cosas nos ayudan para bien. No lo entendemos puesto que cuando estamos en adversidad nuestro entendimiento se cierra y se enloquece, pero cuando cruzamos al otro lado y nos sentamos, la calma y la serenidad nos reviven y esto es obra Tuya. Gracias bendito Dios. Eres Tú quien diriges nuestros pasos y nos llevas a tierra fértil y espaciosa. ¡Alabamos y bendecimos Tu Nombre!
Un abrazo y bendiciones.
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