Agosto no ha sido un mes
fácil en mi vida. O mejor; ha sido de tristeza y alegría porque además de habérseme
diagnosticado en agosto 13 de 2008 cáncer de mama, y el 14 de agosto de 2012 de
pancreatitis aguda (duré doce días en cuidados intensivos desencadenando al
final en cirugía de vesícula como lo escribí en el devocional de ese día), en
ambas situaciones pude ver la mano de mi Señor sacándome adelante. Hoy 30 de
agosto de 2019 en medio de la incertidumbre puesto que se avecina el huracán Dorian
y porque igual en este mes me ordenaron una nueva biopsia, quiero dejar nuevamente
en manos de Jesús mi vida. Diré tal como dice la canción: “Sé que lo harás
otra vez”. Así es. “Yo sé que Tú mueves montañas; yo creo en Ti. Abriste el mar
en el desierto…”. Por más que éste rodeada de muros que me asedian, estos
caerán.
Hoy después de siete
años, les comparto en especial para los que hasta ahora me conocen, mi
devocional de ese día que lo titulé: ‘Asumiendo en algo su dolor’:
Por tanto, ya que Cristo sufrió en el cuerpo, asuman también ustedes la misma actitud.
1 Pedro 4:1a.
Lectura diaria:
1 Pedro 4:1-13. Versículo principal: 1 Pedro 4:1a.
REFLEXIÓN
Trataré de
escribir un devocional, con base en lo sucedido con mi vida en estos últimos
quince días.
Estando
nuevamente en casita y analizando todo lo que me sucedió, considero que todavía
no sé exactamente el propósito del Señor conmigo. De lo que estoy bien
segura es de algo que siempre he dicho: Dios no deja que me falten los
problemas por el infinito amor que me tiene. Creo que si no es de
esta manera no podría estar continuamente pegada a mi Señor (bueno, por lo
menos tengo bastante material para escribir un libro que Dios mediante haré).
Cuando cantando
u orando le decimos al Señor: “Toma mi vida, glorifícate en ella”, no sabemos
exactamente lo que Él puede hacer; lo cierto es que, en mi caso, pasé un trago
bien amargo. De antemano, gracias a todos ustedes por sus oraciones;
las sentí porque me fortalecieron en momentos de angustia y soledad.
Si Cristo sufrió
en su cuerpo por mí, ¿qué me puede hacer pensar que yo no pueda en algo asumir
también algún dolor? Y ni siquiera como los de su tamaño, pero en
nuestra ansiedad y debilidad, resultamos clamando igual: “Padre, si quieres, no
me hagas beber este trago amargo; pero no se cumpla mi voluntad sino la tuya”
(Lucas 22:42). Lo cierto es que a pesar de la agonía, siempre supe
que su nube protectora estuvo conmigo durante el día y su columna de fuego en
la noche me resguardaba.
Cuando el médico
cirujano habló con mi hijo, le contaba que ya iba a proceder a abrirme
completamente cuando no se había podido extraer la vesícula por medio de la laparoscopia
y mi vesícula salió sola como si la hubiesen empujado desde adentro. Sus
palabras textuales fueron: “Las manos de Dios estaban ahí”. Esto me
llenó de un gozo tremendo: no lo decía yo, ni mi hijo, ni ninguno de mis
familiares, lo reconocía exactamente mi médico. ¡Dios lo bendiga
doctor Villamizar!
Señor:
gracias porque por fe confieso, proclamo y declaro que vendrán sobre mi vida
tiempos de sosiego, reposando en verdes prados, junto a aguas claras, limpias y
mansas. Gracias porque tu amor me seguirá sosteniendo por donde
quiera que pase y tu pondrás mis lágrimas en tu redoma de manera que entienda
una vez más, que me has librado nuevamente de la muerte.
Un abrazo y
bendiciones.
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