—Vuelve a tu casa y cuenta todo lo que Dios ha hecho por ti.
Lucas 8:39a. NVI.
Lectura: Lucas 8:26-39. Versículo del día: Lucas 8:39a.
MEDITACIÓN DIARIA
En la lectura, el evangelista nos relata el milagro de
Jesús liberando a un endemoniado. Este hombre había estado desnudo y sin hogar;
controlado por el demonio vivía en un cementerio en las afueras. El demonio
reconoció a Jesús y le pidió que no lo torturara. Al preguntarle Jesús el
nombre, respondió ‘legión’ porque eran muchos. Los demonios le suplicaron que
no los mandara al abismo. Como había una manada de cerdos, le rogaron a Jesús
que los dejara entrar en ellos y el Señor aceptó. Así que salieron del hombre,
entraron en los cerdos y toda la manada se lanzó al lago por el precipicio (vv.
28-33).
Vale la pena tener en cuenta que los demonios tiemblan
ante la presencia de Dios. Reconocieron a Jesús como el Hijo del Dios Altísimo
(v. 28), y sabían que tenía el poder sobre ellos. Esta es una gran verdad que
nos sirve de garantía a nosotros, cuando nos enfrentamos a situaciones
similares o cuando simplemente vemos la maldad venir encima nuestro. Además de
eso, el Señor en su muerte derrotó al enemigo dándole por la cabeza tal como
Dios lo dijo: “Pondré enemistad entre tú y la mujer, y entre tu simiente y la
de ella; su simiente te aplastará la cabeza” (Génesis 3:15). La muerte ha sido
destruida. “El aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado es la
ley. ¡Pero gracias a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor
Jesucristo!” (1 Corintios 15:56-57). Así que de ahora en adelante tenemos que
declararnos más que vencedores por medio de Aquel que nos amó. Satán ya no
tiene poder alguno sobre nosotros, aunque es el príncipe de este mundo; pero
nosotros, los hijos de Dios, pertenecemos a su reino celestial. El hombre del
relato quedó completamente libre de su atadura y tuvo la misión de ir a contar
lo que Dios hizo con él. Todos nosotros hemos sido liberados de las garras del
infierno y tenemos que dar testimonio para que los que están atados al pecado,
crean y se salven.
Gracias Señor Jesús por tenerte a Ti y saber que
gobiernas y diriges nuestros pasos de tal manera que el enemigo ya no tiene
poder alguno sobre nuestras vidas. Gracias porque al reinar Tú, él nos mira y
huye al reconocer que estás sentado en el trono y Contigo no puede contender.
Gracias buen Señor porque a pesar del diablo acecharnos y tentarnos ya no consigue
devorarnos porque tu preciosa sangre nos ha cubierto y Tú nos has dado la
victoria sobre él. ¡Te adoramos Señor! ¡La victoria es Tuya nada más!
Un abrazo y bendiciones.
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