Nadie que mire atrás después de poner la mano en el arado es apto para el reino de Dios.
Lucas 9:62. NVI.
Lectura: Lucas 9:57-62. Versículo del día: Lucas 9:62.
MEDITACIÓN DIARIA
Considero que cuando conocemos al Señor es muy fácil hablar
por hablar sin darnos cuenta que al Señor no lo podemos engañar. En la lectura
vemos tres casos que de alguna manera pueden identificarnos. Primero, el de la
persona que le dijo a Jesús que lo seguiría a donde quiera que fuera, pero ante
la respuesta de Jesús: “el Hijo del hombre no tiene dónde recostar la cabeza”
(v. 58), tal parece que se arrepintió. Después se encuentra con otro a quien le
dice: “Sígueme. —Señor —le contestó—, primero déjame ir a enterrar a mi padre. —Deja
que los muertos entierren a sus propios muertos, pero tú ve y proclama el reino
de Dios —le replicó Jesús” (vv. 59-60). Sin embargo, hay otro que le dice: “—Te
seguiré, Señor; pero primero déjame despedirme de mi familia”; “Nadie que mire
atrás después de poner la mano en el arado es apto para el reino de Dios” (vv.
61 y 62). Personalmente me enseña el texto que para seguir a Jesús tenemos que
despojarnos de todo. El Señor es Dios y desea el primer lugar, por encima de casa,
padres, cónyuge, hijos o cualquier cosa que pongamos por delante de Él. Dios
nos exige la prioridad en todos los asuntos. No quiere decir esto, que vamos a
dejar nuestro hogar o familiares, no. Exactamente a lo que debemos poner
atención es a no formarnos ídolos que le roben la gloria y honra que Él se
merece.
Es tan fácil dejar al Señor y dejarnos llevar por lo
que nos ofrece el mundo, que muchas veces casi pasan inadvertidos ciertos
hechos que nos desvían completamente de la mirada del que es Dueño absoluto de
todo lo que poseemos. El primer lugar solo le corresponde al Señor.
Amado Jesús: perdona las veces que nos hemos extraviado
creyendo las mentiras del enemigo y te hemos robado la prioridad que es Tuya
únicamente. Gracias buen Señor por estar atento a dirigirnos y llevarnos de tu
mano cuando más solos nos encontramos. Llénanos de tu Santo Espíritu y danos la
fortaleza necesaria para seguirte con todo el corazón, la mente y las fuerzas
de nuestro ser. Sabemos que solamente Tú mereces la gloria y te exaltamos bendito
Señor y Rey Soberano. Gracias, muchas gracias Señor Jesús.
Un abrazo y bendiciones.
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