Que el Señor te bendiga desde Sión, y veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu vida. Que vivas para ver a los hijos de tus hijos.
Salmo 128:5-6. NVI.
Lectura: Salmo 128:1-6. Versículos del día: Salmo 128:5-6.
MEDITACIÓN DIARIA
Ayer día de la madre, una persona de la Iglesia muy
querida al felicitarme pronunció algo parecido; dijo: 'el Señor te bendiga y te
permita ver los hijos de todos tus hijos'. Me asombré porque nunca me habían
dicho algo así y al hacer mi devocional, me encuentro con algo similar. Son
las cosas que solamente coordina nuestro buen Dios. ¡Qué lindo deseo y cuanto
encierra en sí! Es una bendición que va más allá de mi propia vida e involucra
a las generaciones venideras. Considero que hay promesas que encierran toda su
verdad y por consiguiente nos trasladan hacia otras enseñanzas que no podemos
dejar a un lado como en este caso, porque también nos dice su Palabra: “Hijo
mío, no te olvides de mis enseñanzas; más bien, guarda en tu corazón mis
mandamientos. Porque prolongarán tu vida muchos años y te traerán prosperidad” (Proverbios
3:1-2).
Si queremos tener una vida larga con el propósito
definido de Dios, entonces también acatemos lo que Él demanda de nosotros y no
nos hagamos los sordos ni los ciegos a lo que significa todo el compendio de su
verdad. Aprópiate de esta Palabra que te ayudará a recibir la promesa hermosa
de la lectura; es para ti. “Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda
tu alma y con todas tus fuerzas. Grábate en el corazón estas palabras que hoy
te mando. Incúlcaselas continuamente a tus hijos. Háblales de ellas cuando estés
en tu casa y cuando vayas por el camino, cuando te acuestes y cuando te
levantes. Átalas a tus manos como un signo; llévalas en tu frente como
una marca; escríbelas en los postes de tu casa y en los portones de tus
ciudades” (Deuteronomio 6:5-9. Lo resaltado
es personal).
Amado Señor Jesús: gracias porque tu Palabra es verdad
y es a través de ella que tu Santo Espíritu nos inspira para enseñarnos a
recibir lindas promesas como la de prolongar nuestra vida hasta ver a los hijos
de nuestros hijos. Señor que seamos obedientes para que tanto ellos como los nietos
cumplan tus preceptos y se acojan también bajo el manto de tu bendita gracia. Desde
ahora te entregamos nuestras generaciones venideras. Las bendecimos con
bendiciones del alto cielo y con bendiciones del mar profundo. Con bendiciones del
pecho y del seno materno. Son tuyos mi Señor.
Un abrazo y bendiciones.
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