Cuando se acercaron a Jesús, ellos le dijeron: —Juan el Bautista nos ha enviado a preguntarte: ¿Eres tú el que ha de venir, o debemos esperar a otro?
Lucas 7:20 NVI.
Lectura: Lucas 7:18-35. Versículo del día: Lucas 7:20.
MEDITACIÓN DIARIA
Mirando todo el contexto de esta lectura podemos
remitirnos a Mateo 11 donde nos aclara que Juan el Bautista estaba en la cárcel
(Mateo 11:2). Recordemos que Herodes lo encarceló y mandó decapitar (Mateo 14).
Creo que ustedes como yo nos preguntamos: ¿por qué Juan manda preguntar si Jesús
era en verdad el Mesías? Si Juan estuvo con Él cuando Jesús se bautizó en el Jordán
y escuchó la voz del Padre que lo reconoció como su Hijo amado. Además, lo
reconoció como el Cordero de Dios; ¿por qué entonces ahora duda de Él? Creo que
la respuesta es la que todos tenemos cuando nos vemos frágiles o en tiempos de
dificultad. Quizá Juan como los demás judíos esperaba a un Mesías reinante que
los sacara de la esclavitud de Roma y ahora, no solo eso; él estaba encadenado
y pronto a morir. ¿Cómo poder pensar que Jesús si era quien decía ser? Miremos
la reacción del Señor, que no reprende ni se justifica con los enviados. Con
amor les hace entender que el Evangelio se está propagando: “Vayan y cuéntenle
a Juan lo que han visto y oído: Los ciegos ven, los cojos andan, los que tienen
lepra son sanados, los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les
anuncian las buenas nuevas” (v. 22). El Señor no lo descalificó por esto; a
pesar de sus debilidades empezó a hablarle a la multitud de tal manera que inclusive
lo exaltó: “Les digo que entre los mortales no ha habido nadie más grande que
Juan” (v. 28).
Es una realidad: en momentos de dificultad nuestra fe
tambalea. En muchas iglesias se predica un evangelio de: ‘casa, carro y beca’.
Se olvida que el mismo Señor dijo que aquí tendríamos aflicciones, pero nos
animáramos porque Él venció al mundo (Juan 16:33). No podemos acomodar nuestra voluntad
para dejar por fuera la de Dios; y no porque su voluntad sea diferente a la
nuestra podemos creer que el Señor ya se olvidó de nosotros. Su plan es
perfecto; y a pesar de nuestras debilidades o tropiezos el Señor no nos
descalifica. Antes bien, está listo para tendernos la mano y volver a levantarnos.
Esa fue su obra redentora en la Cruz del Calvario.
Amado Señor Jesús: tu voluntad es buena, agradable y
perfecta. Tú solo tienes planes de bienestar para darnos y todo nos ayuda para
bien. Podemos no entenderlo en el momento, pero Tú sabes exactamente el
propósito que nos tienes a cada uno. Por favor Señor, no permitas que tropecemos
y dudemos cuando no entendemos tu voluntad. Gracias por amarnos tanto que ni
siquiera en eso te fijas; al contrario, nos miras con compasión y ternura para seguir
Contigo. ¡Bendito Eres por siempre Divino Señor!
Un abrazo y bendiciones.
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