sábado, 15 de diciembre de 2018

Te cantaré toda mi vida


¡Oh Señor, cuán numerosas son tus obras! ¡Todas ellas las hiciste con sabiduría! ¡Rebosa la tierra con todas tus criaturas! 
Salmo 104:24. NVI.

Lectura: Salmo 104:1-35.  Versículo del día: Salmo 104:24.

MEDITACIÓN DIARIA

El Salmista nos cuenta las maravillas del Señor y empieza exaltando su poder: “¡Alaba, alma mía, al Señor! Señor mi Dios, tú eres grandioso; te has revestido de gloria y majestad” (v. 1). Nos habla de la luz, de los cielos, de las aguas, de los cimientos de la tierra y del límite del mar. De los montes, los valles, las bestias del campo y las aves que anidan junto a las aguas. Lo que más me llama la atención es entender que: “la tierra se sacia con el fruto de tu trabajo” (v. 13). Así tan claro como lo dice el versículo; siendo tan dedicado y meticuloso cada paso que da nuestro Señor para que toda su creación siga el curso normal de lo que Él mismo ha estipulado. ¡Qué belleza buen Dios! No dejas de trabajar, solamente con el fin de llenarnos a nosotros con todo el lujo de lo que pusiste a nuestra disposición.
¡Qué Salmo tan bello! Al leerlo es como si nunca hubiera visto todo lo que encierra. O quizá puede ser porque últimamente me embeleso mirando la creación del Señor. Me fascina tanto ver salir el sol como admirar los atardeceres. Me deleito en las mañanas con el cantar de los pajaritos, el picoteo de patitos y garzas esperando encontrar insectos en el pastal húmedo. Me fascina ver tomar el sol a las iguanas y a las ardillas trepando por los árboles. Eso en mi nuevo hogar. Pero ahora aquí en la finca de mi primo en las cercanías de Medellín, igual. No sé cómo describir la hermosura de las orquídeas, el color y majestuosidad de unos pajaritos que se acercan a los árboles, con el fin de saborear las frutas que tienen para su provecho. Le doy gracias al Señor por mis ojos que me permiten divisar toda su inigualable creación.

Te alabo igual que el Salmista mi Señor amado: Te cantaré toda mi vida; te cantaré mientras tenga aliento. Quiera Él agradarse de mi meditación; yo por mi parte me alegro en el Señor. ¡Alaba, alma mía, al Señor! ¡Aleluya! ¡Alabado sea el Señor! (vv. 33-35).

Un abrazo y bendiciones.

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