miércoles, 4 de julio de 2018

Todos necesitamos de Jesús


Dice el necio en su corazón: ‘No hay Dios’. Están corrompidos, sus obras son detestables; ¡no hay uno solo que haga lo bueno! 
Salmo 53:1 NVI.

Lectura: Salmo 53:1-6. Versículo del día: Salmo 53:1.

MEDITACIÓN DIARIA

Muchas veces catalogamos a las personas por lo que vemos en ellas; porque las creemos buenas, quizá por sus obras o por su actuar ya decimos que son buenas y que merecen estar en el reino de los cielos. Lo cierto es que Dios nos afirma todo lo contrario. “Pero todos se han descarriado, a una se han corrompido. No hay nadie que haga lo bueno; no hay uno solo!”. ¡Qué tristeza para el mundo caído! Y es que la paga del pecado es muerte (Romanos 6:23): “pues todos han pecado y están privados de la gloria de Dios” (Romanos 3:23). Por eso Dios tuvo que enviar un Redentor que viniera a pagar el precio del pecado de toda la humanidad. Este Salmo ya lo anunciaba años atrás de cumplirse: “¡Quiera Dios que de Sión venga la salvación para Israel! Cuando Dios restaure a su pueblo, se regocijará Jacob; se alegrará todo Israel” (v. 6). Y así fue. Dios en su infinito amor y misericordia nos envió a su Hijo Jesús para salvarnos (Juan 3:16). Una salvación que primero era para los de su pueblo, pero que ellos desecharon. “Por eso les digo que el reino de Dios se les quitará a ustedes y se le entregará a un pueblo que produzca los frutos del reino” (Mateo 21:43). Ese otro pueblo corresponde a los gentiles: a ti y a mí. Como gentiles no podemos despreciar tan sublime regalo y entender que solamente Jesús es el camino para llegar a Dios Padre. 
Si todavía no has entendido esta incomparable dádiva, te invito a que hoy reflexiones sobre el tema y aceptes a Jesús como tu Señor y Salvador personal. Es muy sencillo; solamente dile una oración con toda sinceridad. Si te parece te puedo guiar. Podemos orar así:

Señor Jesucristo: entiendo que para nada soy bueno y necesito de Ti para acercarme a Dios Padre. Te entrego mi vida y te acepto como mi único y suficiente Señor y Salvador. Perdona mis pecados y hazme la persona que deseas que yo sea. Muchas gracias por perdonarme y limpiarme, y por permitirme ser ahora parte de tu reino. Amén.

Un abrazo y bendiciones.

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