Dice el necio en su corazón: ‘No hay Dios’. Están corrompidos, sus obras son detestables; ¡no hay uno solo que haga lo bueno!
Salmo 53:1 NVI.
Lectura:
Salmo 53:1-6. Versículo del día: Salmo 53:1.
MEDITACIÓN
DIARIA
Muchas veces
catalogamos a las personas por lo que vemos en ellas; porque las creemos
buenas, quizá por sus obras o por su actuar ya decimos que son buenas y que
merecen estar en el reino de los cielos. Lo cierto es que Dios nos afirma todo
lo contrario. “Pero todos se han descarriado, a una se han corrompido. No hay
nadie que haga lo bueno; no hay uno solo!”. ¡Qué tristeza para el mundo caído!
Y es que la paga del pecado es muerte (Romanos 6:23): “pues todos han pecado y
están privados de la gloria de Dios” (Romanos 3:23). Por eso Dios tuvo que
enviar un Redentor que viniera a pagar el precio del pecado de toda la
humanidad. Este Salmo ya lo anunciaba años atrás de cumplirse: “¡Quiera Dios
que de Sión venga la salvación para Israel! Cuando Dios restaure a su pueblo, se
regocijará Jacob; se alegrará todo Israel” (v. 6). Y así fue. Dios en su
infinito amor y misericordia nos envió a su Hijo Jesús para salvarnos (Juan
3:16). Una salvación que primero era para los de su pueblo, pero que ellos desecharon.
“Por eso les digo que el reino de Dios se les quitará a ustedes y se le
entregará a un pueblo que produzca los frutos del reino” (Mateo 21:43). Ese
otro pueblo corresponde a los gentiles: a ti y a mí. Como gentiles no podemos
despreciar tan sublime regalo y entender que solamente Jesús es el camino para
llegar a Dios Padre.
Si todavía
no has entendido esta incomparable dádiva, te invito a que hoy reflexiones
sobre el tema y aceptes a Jesús como tu Señor y Salvador personal. Es muy
sencillo; solamente dile una oración con toda sinceridad. Si te parece te puedo
guiar. Podemos orar así:
Señor
Jesucristo: entiendo que para nada soy bueno y necesito de Ti para acercarme a
Dios Padre. Te entrego mi vida y te acepto como mi único y suficiente Señor y
Salvador. Perdona mis pecados y hazme la persona que deseas que yo sea. Muchas
gracias por perdonarme y limpiarme, y por permitirme ser ahora parte de tu
reino. Amén.
Un abrazo y
bendiciones.
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