Pero yo soy como un olivo verde que florece en la casa de Dios; yo confío en el gran amor de Dios eternamente y para siempre.
Salmo 52:8. NVI.
Lectura:
Salmo 52:1-9. Versículo del día: Salmo
52:8.
MEDITACIÓN
DIARIA
En el
devocional anterior hablaba de la importancia que nos reprendieran cuando actuábamos
mal y decía que muchas veces hacemos lo que no queremos porque la naturaleza
pecaminosa se halla en nosotros, pero que dábamos gracias a Dios por medio de Jesucristo,
quien nos ha otorgado el perdón.
Hoy vemos
como la misericordia del Señor es tan grande que a Él no le importa que seamos
olivos verdes, con tal de disponernos espiritualmente para ir creciendo poco a
poco con la plena confianza del gran amor de Dios que es eterno y para siempre.
Floreceremos hasta llegar a la edad madura del cristianismo y nos comportaremos
tal y como Dios desea de nosotros. Dios comenzó y terminará en cada uno, una
obra maravillosa para su gloria (Filipenses 1:6). “En todo tiempo te alabaré
por tus obras; en ti pondré mi esperanza en presencia de tus fieles, porque tu
nombre es bueno” (v. 9). Recuerda que eres obra de Dios y de nadie más. ¡Qué
maravilla! No solamente somos la mejor obra de Dios, sino que aún saca tiempo
para irla perfeccionando. ¡Somo olivos verdes que van floreciendo!
Tu bondad
Señor no se hace esperar. Muchas gracias porque eres Tú mismo quien por tu
fidelidad, terminas la obra que empezaste. Tú la completarás hasta el final;
hasta el día en que nos encontremos Contigo cuando Tú vuelvas por nosotros.
Gracias bendito Señor. No importa que ahora seamos aún como verdes olivos,
llegará el momento en que maduraremos para glorificarte y honrarte como lo
mereces.
Un abrazo y
bendiciones.
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