Oh Dios, nuestros oídos han oído y nuestros padres nos han contado las proezas que realizaste en sus días, en aquellos tiempos pasados.
Salmo 44:1.
Lectura: Salmo 44:1-8.
Versículo del día: Salmo 44:1.
MEDITACIÓN DIARIA
Creo que los cristianos tenemos muchas cosas para
contarles a nuestros hijos y nietos, para que ellos a su vez, lo hagan
igualmente con las generaciones venideras. Son tantos los testimonios que a
diario se nos presentan que es imposible callarlos. Además de eso, no debemos
olvidar que es un mandato del Señor para su pueblo: “Escucha, Israel: El Señor
nuestro Dios es el único Señor. Ama al
Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas.
Grábate en el corazón estas palabras que hoy te mando. Incúlcaselas
continuamente a tus hijos. Háblales de ellas cuando estés en tu casa y cuando
vayas por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes” (Deuteronomio
6:4-7). En otras versiones dice el versículo 6: “Y estas palabras que yo te
mando hoy, estarán sobre tu corazón”. Que estén sobre el corazón es tenerlas a
flor de piel; que sean parte de nuestro hablar rutinario. Es decir que prevalezcan
en nuestra mente porque son las que les transmitiremos a los que vienen; son las
que vamos a enseñar, las que predominarán al hablar porque recordemos que de la
abundancia del corazón habla la boca (Lucas 6:45). Entonces nuestro corazón
debe de estar lleno de sus proezas, de su gracia derramada y para esto es
necesario que la Palabra de Dios sea el cimiento que dirija nuestras vidas, que
nos sostenga y nos motive a comunicar todo lo vivido.
Empecemos desde ahora a cimentar en los que tenemos a
nuestro lado sean hijos o nietos, la Palabra de vida eterna que nos regala el
Señor, ya que ahora nosotros, somos su pueblo elegido.
Amado Señor: Te alabamos y te damos gracias por
habernos permitido conocerte como el único y suficiente Dios. Queremos hacer tu
voluntad y aprender a obedecerte de tal manera que vivamos diariamente y a todo
momento tu Palabra. Siémbrala en nuestros corazones para que se enraíce y
broten de él todos tus mandatos, especialmente para que nuestros niños la
escuchen y aprendan a amarte y a temerte como al Gran Yo Soy que Eres. ¡Te
adoramos Bendito Señor!
Un abrazo y bendiciones.
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