martes, 31 de octubre de 2017

Arrepentimiento sincero

Si afirmamos que tenemos comunión con él, pero vivimos en la oscuridad, mentimos y no ponemos en práctica la verdad. 

1 Juan 1:6.

Lectura: 1 Juan 1:5-10.  Versículo del día: 1 Juan 1:6.

MEDITACIÓN DIARIA

El pecado no es más que un estado de indiferencia del hombre hacia Dios. Por más que la persona se crea buena, generosa, amadora del prójimo, haciendo buenas obras, siguiendo ciertos ritos o tradiciones no deja de ser pecadora. La Biblia nos afirma: “pues todos han pecado y están privados de la gloria de Dios” (Romanos 3:23). Todos, absolutamente todos. Solo hubo un justo que fue el Señor Jesucristo quien vino a pagar por nosotros. Aun así reconociendo que somos pecadores, volvemos a caer en pecado. Pero si seguimos pecando deliberadamente quiere decir que no nos importa la salvación dada por el Señor. “Entonces, ¿qué? ¿Vamos a pecar porque no estamos ya bajo la ley, sino bajo la gracia? ¡De ninguna manera!” (Romanos 6:15). Si ya conocemos la luz, debemos morir al pecado: “ustedes considérense muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús” (Romanos 6:11). “¿No saben que los malvados no heredarán el reino de Dios? ¡No se dejen engañar! Ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los sodomitas, ni los pervertidos sexuales, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los calumniadores, ni los estafadores heredarán el reino de Dios” (1 Corintios 6:9-10).
No podemos dejar que el pecado haga huella porque el corazón se va endureciendo y existe el peligro de perder la conciencia del pecado. El arrepentimiento quiere decir que nos duele haber trasgredido a Dios; haber contristado al Espíritu Santo. David cuando reconoció su pecado lloró ante Dios y se quebrantó: “Yo reconozco mis transgresiones; siempre tengo presente mi pecado. Contra ti he pecado, solo contra ti, y he hecho lo que es malo ante tus ojos”; Devuélveme la alegría de tu salvación; que un espíritu obediente me sostenga” (Salmo 51: 3-4 y 12). Si pecamos y estamos arrepentidos sinceramente tenemos la solución: “Si confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los perdonará y nos limpiará de toda maldad” (v. 9 en la lectura). Estemos velando y orando para apartarnos del pecado.

Amado Señor: Reconocemos que somos pecadores y que aunque deseamos hacer las cosas bien, la naturaleza pecaminosa nos arrastra hacia el pecado. Te pedimos perdón y te rogamos que nos laves y limpies completamente. Gracias Señor porque eres un Dios perdonador y jamás volverás a acordarte de las fallas cometidas cuando nos arrepentimos. Danos como a David un espíritu obediente que nos sostenga. ¡Muchas gracias bendito Señor!

Un abrazo y bendiciones,

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