Ustedes, en cambio, queridos hermanos, manténganse en el amor de Dios, edificándose sobre la base de su santísima fe y orando en el Espíritu Santo, mientras esperan que nuestro Señor Jesucristo, en su misericordia, les conceda vida eterna.
Judas 1:20-21.
Lectura: Judas
1:17-25. Versículos del día: Judas 1:20-21.
MEDITACIÓN DIARIA
El apóstol Judas nos
exhorta en estos dos versículos, a seguir el amor, la fe y la esperanza. Tres
virtudes esenciales en la vida del cristiano, Pero recordemos que el amor es la
más excelente de todas (1 Corintios 13:13), porque sin amor no hacemos nada. El
amor debe ser la virtud que nos impulse a acrecentar y edificar la fe sobre el
cimiento del Señor Jesucristo: “arraigados y edificados en él, confirmados en
la fe como se les enseñó” (Colosenses 2:7). Orando en el Espíritu Santo tal
como lo hacía la Iglesia primitiva que andando en la fortaleza del Espíritu seguía
creciendo (Hechos 9:31), para gozar de la bendita esperanza de una vida futura
que nos espera eternamente a su lado. “Así que nos regocijamos en la esperanza
de alcanzar la gloria de Dios… Y esta esperanza no nos defrauda, porque Dios ha
derramado su amor en nuestro corazón por el Espíritu Santo que nos ha dado”
(Romanos 5:2b y 5).
Somos privilegiados
porque nos espera gozar de la gloria de Dios. Gloria a la que todos tenemos
acceso pero que no todos la aceptan porque no entienden en verdad lo que fue la
obra redentora del Señor Jesucristo, por ese amor de Dios hacia la humanidad. Nos
corresponde entonces como privilegiados, desarrollar las tres virtudes orando
en todo tiempo en el Espíritu (Efesios 6:18); dando gracias a Dios porque somos
sus hijos y porque el Espíritu de su Hijo que mora en nosotros, nos impulsa a
llamarle cariñosamente ¡Papito Dios! (Gálatas 4:6). ¡Cómo no agradecer tanta bondad
y deferencia regalada!
Amado
Papito Dios: muchas gracias por manifestar en cada uno de tus hijos el amor
inmenso derramado a través de tu Hijo Jesús en el cual cimentamos nuestra fe, y
tener la certeza de la bendita esperanza que nos aguarda de una vida eterna en
la patria celestial. Permite que de este mismo modo con el escudo de la fe
recibida y con el mismo amor tuyo, nos pongamos los zapatos para proclamar el
Evangelio de la salvación. ¡Te amamos Santo Padre, te amamos Santo Hijo y te
amamos Santo Espíritu! ¡Nos gozamos y deleitamos en Ti Dios Trino Santo y
Poderoso!
Un abrazo y
bendiciones.
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