En los últimos días, el monte de la casa del Señor será establecido como el más alto de los montes; se alzará por encima de las colinas, y hacia él confluirán todas las naciones.
Isaías 2:2.
Lectura: Isaías 2:1-5. Versículo del día: Isaías 2:2.
MEDITACIÓN DIARIA
“Muchos pueblos vendrán
y dirán: ¡Vengan, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob!, para
que nos enseñe sus caminos y andemos por sus sendas. Porque de Sión saldrá la
ley, de Jerusalén, la palabra del Señor” (v. 3). Profecía para Judá, pero también
para nosotros puesto que ahora somos su pueblo (1 Pedro 2:9), y en verdad fue
de la tribu de Judá que vino el Mesías no solamente a liberarlos a ellos sino
promesa y profecía para toda la humanidad. Porque así está escrito a través de los
profetas y del Apocalipsis: todas las naciones vendrán y adorarán al Señor
(Apocalipsis 15:4); También el Señor dice que semana tras semana y mes tras
mes, todos los hombres irán a postrarse delante de Él y se contemplarán los
cadáveres de los que se rebelaron. (Isaías 66:23-24), ¡dura Palabra es esta! Por
ahora poco caso se le hace, pero si está escrito, así será. Todas las naciones
vendrán: unos arrepentidos, otros no. Entendamos que Dios es grande y
perdonador. Él nos perdonará de todo pecado siempre y cuando reconozcamos en su
Hijo Jesús de Nazaret, al Salvador. Todos necesitamos su ayuda para ser lavados
con la sangre del Cordero inmolado, que quita el pecado del mundo (Juan 1:29),
y tener parte en la vida eterna.
Mi deseo es que tú seas
de los que le adorarán y este es el más fuerte propósito de mis devocionales.
Oro para que todos los que lo lean o sigan, si no han conocido al Señor
Jesucristo como su Salvador personal, lo puedan encontrar en mis mensajes escritos
diariamente. No es un reto, es el consejo más profundo que sale de mi corazón
sincero para que voltees los ojos hacia el Dios clemente y perdonador, por lo
cual te invito a orar así:
Amado
Dios: Gracias por permitirme encontrar este devocional y entender que quiero
ser parte de los que te adoren. Reconozco en Jesús a tu Hijo amado que vino a
rescatarme del fuego eterno y a darme nueva vida. Gracias Jesús por morir en mi
lugar. Ven a mi vida como Señor y Salvador; perdona mis pecados y llévame de tu
mano por siempre. Amén.
Un abrazo y
bendiciones.
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