Por lo tanto, abandonando toda maldad y todo engaño, hipocresía, envidias y toda calumnia, deseen con ansias la leche pura de la palabra, como niños recién nacidos.
1 Pedro 2:1-2a.
Lectura: 1 Pedro 2:1-12. Versículos del día: 1 Pedro 2:1-2.
MEDITACIÓN DIARIA
Un recién nacido necesita tomar
leche para empezar a crecer y fortalecerse. Igual sucede con la persona que
nace espiritualmente. Recordemos que el Señor Jesús le dijo a Nicodemo que había que nacer de nuevo (Juan 3:3), y
este nuevo nacimiento se da cuando recibimos a Cristo como Señor y Salvador
personal. Entonces tenemos que alimentarnos con
la Palabra de Dios: “Así, por medio de ella, crecerán en su salvación, ahora
que han probado lo bueno que es el Señor” (vv. 2b-3 en la lectura). Dejando
atrás todo lo de la naturaleza vieja, la pecaminosa que nos tenía atados al
mundo. Nuestra relación con el Señor comienza y cada día se va consolidando más,
de manera que vamos edificando una casa espiritual para ser un sacerdocio santo
por medio de Jesucristo, que es la piedra viva que jamás nos defraudará. Para
nosotros es preciosa esta piedra, pero para los incrédulos se convierte en
piedra de tropiezo (vv. 4-8). Continúa el apóstol: “Pero ustedes son linaje escogido,
real sacerdocio, nación santa, pueblo que pertenece a Dios, para que proclamen
las obras maravillosas de aquel que los llamó de las tinieblas a su luz
admirable. Ustedes antes ni siquiera eran pueblo, pero ahora son pueblo de
Dios; antes no habían recibido misericordia, pero ahora ya la han recibido”
(vv. 9-10).
Ya que somos tan privilegiados llevando encima nuestro todos
estos pergaminos, demostremos siempre
una conducta intachable dando honor a la familia que pertenecemos, para que los
incrédulos al vernos glorifiquen a Dios cuando Él juzgue al mundo (vv. 11-12).
Amado Dios: Gracias porque aun
necesitamos seguir tomando la bendita leche de la fuente de tu Palabra que es
inagotable, para crecer cada día y fortalecernos Contigo. Gracias por hacernos
partícipes de tanto honor sin merecerlo.
Permite que verdaderamente fluya en nosotros esa postura digna de ser llamados
hijos pertenecientes a la familia real más influyente y prestigiosa que es la
del reino celestial. ¡Te amamos Señor y Dios Santo Misericordioso!
Un abrazo y bendiciones.
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