Pero la serpiente le dijo a la mujer: ¡No es cierto, no van a morir!
Génesis 3:4.
Lectura: Génesis 3:1-7. Versículo del día: Génesis 3:4.
MEDITACIÓN DIARIA
El Espíritu Santo me motivó a hablar
nuevamente sobre la mentira porque es tan fácil mentir y lo peor, es algo muy
común en la mayoría de personas. Pero mirando atrás desde el comienzo de la
creación he entendido por qué se miente
tanto. Claro, la razón principal es porque Satanás en forma de serpiente le mintió
a Eva, contradiciendo las palabras de Dios. La serpiente la engañó y el engaño
no es más que una mentira. Desde ahí podemos ver que dentro de la naturaleza
pecaminosa siempre va a estar arraigada la falsedad.
Se tiende a pensar que hay mentiras
más grandes que otras y es otro engaño: pues no es así. Mentira es mentira y
punto; ni para adelante ni para atrás. Las mentiras piadosas no existen. La Gente
miente por no quedar mal, por no contradecir a la otra persona, por
conveniencia, por interés, por no ofender ni herir, por postergar decisiones,
por dar una mejor imagen, etc., de todas maneras se falta a la verdad. Sea por
la causa que sea debemos aprender a decir sí o no. El Señor Jesús dijo a los
judíos: “Ustedes son de su padre, el diablo, cuyos deseos quieren cumplir.
Desde el principio este ha sido un asesino, y no se mantiene en la verdad,
porque no hay verdad en él. Cuando miente, expresa su propia naturaleza, porque
es un mentiroso. ¡Es el padre de la mentira!” (Juan 8:44).
Recapacitemos y hagamos un análisis
solamente de los últimos ocho días para ver cuántas veces hemos mentido. Si
somos cristianos escuchemos las palabras de Pablo: “Dejen de mentirse unos a
otros, ahora que se han quitado el ropaje de la vieja naturaleza con sus
vicios, y se han puesto el de la nueva naturaleza, que se va renovando en
conocimiento a imagen de su Creador” (Colosenses 3:9-10). Así es; si ya hemos
conocido al Señor Jesucristo, entonces vayamos dejando atrás todo lo de la
antigua naturaleza; todo aquello que nos parecía estaba bien pero no era lo
correcto. Demostremos que somos hijos de Dios.
Amado Señor: gracias por recalcarnos
tanto sobre el hablar con verdad y sinceramente. Enséñanos a entender que no
hay motivo alguno para mentir. Queremos que nuestras palabras en todo reflejen
que somos nacidos de nuevo y desechar por completo toda falsedad de nuestras
vidas. Gracias porque en Ti todo lo podemos hacer. ¡Te alabamos Señor!
Un abrazo y bendiciones.
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