Pero Pedro y Juan replicaron: ―¿Es justo delante de Dios obedecerlos a ustedes en vez de obedecerlo a él? ¡Júzguenlo ustedes mismos! Nosotros no podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído. Hechos 4:19-20.
Lectura: Hechos
4:1-22. Versículos del día: Hechos
4:19-20.
MEDITACIÓN DIARIA
Definitivamente como
dice el refrán: ‘no hay peor ciego que el que no quiere ver’. Esto fue lo que
les sucedió a los ancianos del Consejo: no querían admitir que en el nombre de
Jesús, el mendigo lisiado que acostumbraba pedir limosna en la puerta del
templo hubiera sido sanado. Y es lo mismo que ocurre actualmente: a la mayoría
de personas les cuesta creer en milagros. Si es una enfermedad notoria y se
alienta, los médicos se alaban entre ellos sin reconocer al Señor de la vida. Y
si es levantar a alguien financieramente, se cree que fue un golpe de suerte o
algo parecido; lo que sea con tal de no darle el crédito al Señor. Los del
Consejo al preguntarle a Pedro y a Juan en nombre de quién habían hecho eso,
Pedro se levanta y muy claro les dice: “Sepan, pues, todos ustedes y todo el
pueblo de Israel que este hombre está aquí delante de ustedes, sano gracias al
nombre de Jesucristo de Nazaret, crucificado por ustedes, pero resucitado por
Dios” (v. 10). Ante esta evidencia los del Consejo les ordenaron terminantemente
no hablar ni enseñar nada acerca de Jesús, ellos replicaron: “¿Es justo delante
de Dios obedecerlos a ustedes en vez de obedecerlo a él? ¡Júzguenlo ustedes
mismos! Nosotros no podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído” (vv.
19-20). Es difícil dejar de hablar de nuestro Amado Jesús cuando hemos palpado
milagros en nuestra vida. En estos días una familiar murió por algo parecido a
la pancreatitis que tuve y eso me sirvió para que el Señor me recordara cuánto
me amaba y los años más de vida que me dio, librándome nuevamente de las garras
de la muerte. ¿Cómo entonces no hablar de mi Señor? Aún necesito más y más
decisión para no callar y que sean muchísimos los que por esta causa alaben a
Dios (vv. 21-22).
Señor Jesús: Cómo quisiéramos tener el
denuedo de tus discípulos para ir sin titubeos no solo a predicar el Evangelio
tuyo, sino también en tu bendito Nombre a sanar enfermos y echar fuera
demonios. Señor somos tímidos para esto pero sabemos que puedes cambiar esa
tibieza con la llenura de tu Espíritu Santo. Motívanos Señor y haz que alegres
entreguemos un Evangelio completo tanto de sanidad física como espiritual.
¡Gracias bendito Señor!
Un abrazo y
bendiciones.
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