Oh Dios, tú eres mi Dios; yo te busco intensamente. Mi alma tiene sed de ti; todo mi ser te anhela, cual tierra seca, extenuada y sedienta.
Salmo 63:1.
Lectura: Salmo
63:1-8. Versículo del día: Salmo 63:1.
MEDITACIÓN DIARIA
Si cuando estamos en verano
o en una ciudad de clima cálido nos sentimos sofocados, extenuados y sedientos,
me imagino cuánto más se sentirá en un desierto. David compara muy bien el
anhelo de estar con su Señor, de la misma manera que se buscaría el agua allí. Lo
busca con ansia, con pasión, con verdadera adoración; como sabiendo que en
nadie ni en nada más va a encontrar el sosiego y la paz que Él le da.
Definitivamente la relación de David con el Señor es de un amor puro, seguro y
confiable. David amaba al Señor entrañablemente por eso le dice: “Tu amor es
mejor que la vida; por eso mis labios te alabarán. Te bendeciré mientras viva,
y alzando mis manos te invocaré” (v. 3-4).
Quizá hemos tenido un
día agitado o en completa soledad y al llegar la noche sentimos más el vacío.
Nos queda entonces buscar refugio en el único que no nos va a defraudar y
aferrarnos fuertemente de su mano: “En mi lecho me acuerdo de ti; pienso en ti
toda la noche. A la sombra de tus alas cantaré, porque tú eres mi ayuda. Mi
alma se aferra a ti; tu mano derecha me sostiene” (v. 6-8).
La lección que tenemos
que aprender de esta lectura es lograr tener un corazón dispuesto a amar al
Señor de manera que mañana, tarde y noche sintamos que lo deseamos tanto que no
podemos pasar un minuto sin su presencia. Eso es, sedientos de Dios.
Amado Señor:
Necesitamos sentir tu presencia. Sé nuestro sol cuando amanece; nuestra luna en
la oscuridad y en medio de la noche acércate todavía más para sentirte. Igual
que David, clamamos también; ¡Mi alma tiene sed de Ti Señor; todo mi ser te
anhela!
Un abrazo y
bendiciones.
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