miércoles, 21 de diciembre de 2016

Eres el Sol que sale en la mañana

Así nos visitará desde el cielo el sol naciente, para dar luz a los que viven en tinieblas, en la más terrible oscuridad, para guiar nuestros pasos por la senda de la paz. 
Lucas 1:78b-79.

Lectura: Lucas 1:67-80.  Versículos del día: Lucas 1:78b-79.

MEDITACIÓN DIARIA

Creo que inicialmente Zacarías no alcanzaba a ver la dimensión del acontecimiento del nacimiento de su hijo Juan. Tuvo nueve meses para meditar palabra por palabra lo dicho por el ángel Gabriel y después con la visita de María a su casa, siguió recopilando datos acerca de las profecías donde Dios directamente los está haciendo partícipes. De este modo, al nacer ya el niño y desatársele otra vez la lengua, prorrumpe en alabanzas a Dios, lo que quizá había mantenido callado en los meses de espera.
Lleno del Espíritu profetiza sobre el Señor Jesús reconociéndolo como la luz que brilla en medio de la densa oscuridad; y que llega emitiendo rayos como el sol que sale en la mañana, para cobijar y dar luz no solo a los que viven en tinieblas sino a todos los que han aceptado esa luz, para guiarlos por un camino de paz. “Esta luz resplandece en las tinieblas, y las tinieblas no han podido extinguirla” (Juan 1:5). Así como el sol sale para todos, así nos llega también la Luz del mundo. El Señor no vino por unos pocos, vino a dar su vida en rescate por la humanidad: “pero el mundo no lo reconoció. Vino a lo que era suyo, pero los suyos no lo recibieron” (Juan 1:10b-11).
En estos tiempos, después de dos mil años de su venida, siguen teniendo valor las palabras de exaltación de Zacarías: el mundo está en tinieblas; está andando a tientas en medio de tanta oscuridad. El Señor nos dejó su luz primero para conocerlo personalmente y luego para que seamos portadores de esa luz y la propaguemos para que el hombre caído se levante y pueda encontrar la senda de la paz (Mateo 5:14-16). Permitamos que el Sol naciente  visite también a otros que no tienen calor ni abrigo para continuar.

Señor Jesús: Eres la luz del mundo; eres el sol que emana sus rayos en un amanecer de verano para animar, fortalecer, abrigar y alumbrar nuestros pasos que están débiles por la noche fría y oscura del invierno vivido. Gracias bendito Jesús por traernos esa luz que nos permitió conocerte y seguirte por el camino que nos has trazado. Gracias porque si tropezamos, tu luz nos permite volver a levantarnos y proseguir la marcha. ¡Te amamos Señor!

Un abrazo y bendiciones. 

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