martes, 20 de diciembre de 2016

Su nombre es Juan

A los ocho días llevaron a circuncidar al niño. Como querían ponerle el nombre de su padre, Zacarías, su madre se opuso. —¡No! —dijo ella—. Tiene que llamarse Juan. 
Lucas 1:59-60.

Lectura: Lucas 1:5-25 y 57-66.  Versículos del día: Lucas 1:59-60.

MEDITACIÓN DIARIA

Elisabet, la madre de Juan el Bautista había entendido muy bien la orden del nombre que le darían a su hijo. “No tengas miedo, Zacarías, pues ha sido escuchada tu oración. Tu esposa Elisabet te dará un hijo, y le pondrás por nombre Juan” (v. 13). Ya su esposo Zacarías había quedado mudo por haber dudado de la noticia dada por el ángel Gabriel: “—¿Cómo podré estar seguro de esto? —preguntó Zacarías al ángel—. Ya soy anciano y mi esposa también es de edad avanzada” (v. 18). Más adelante Zacarías confirma el nombre escribiendo en una tablilla: “Su nombre es Juan. Y todos quedaron asombrados” (v. 63). Esperaban que se llamara como su padre o al menos como alguien de la familia; pero tenían que obedecer la orden dada por el ángel. Las profecías sobre el mensajero que llegaría a preparar el camino del Señor se estaban cumpliendo (Isaías 40:3-5; Malaquías 3:1), y ellos como padres serían testigos presenciales de lo que habría de venir con su nacimiento.
Podemos aprender del relato sobre el anuncio y nacimiento de Juan el Bautista dos cosas: que como le dijo el ángel a María; puesto que Elisabet era estéril y de edad avanzada no era lógico que quedara embarazada; pero para Dios no hay imposibles (Lucas 1:37). Si Zacarías dudó al momento del anuncio, fue tajante al obedecer y escribir su nombre en una tablilla. Por su duda  quedó mudo, pero por su obediencia la recuperó, tan pronto como escribió el nombre: “Al instante se le desató la lengua, recuperó el habla y comenzó a alabar a Dios” (v. 64 en la lectura). Tenemos que disponernos en manos de Dios para cumplir su voluntad y ver la grandeza de su poder obrando en nuestras vidas. También somos testigos presenciales de todas las maravillas que Dios hace con nosotros.

Amado Señor: Gracias porque a través de lo que fue tu nacimiento, también nos enseñas a no dudar de tu grandeza y poder. Si obedecemos entendemos claramente tu dirección y tu voluntad en nuestras vidas y lo que puedes hacer con ellas, cuando nos disponemos sin vacilar que lo que harás, será la manera de engrandecer tu Nombre a través nuestro. ¡Eres Dios Poderoso y Soberano y tus caminos son inescrutables!

Un abrazo y bendiciones.  

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