Tan pronto como Elisabet oyó el saludo de María, la criatura saltó en su vientre. Entonces Elisabet, llena del Espíritu Santo, exclamó: —¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el hijo que darás a luz!
Lucas 1:41-42.
Lectura: Lucas 1:
39-56. Versículos del día: Lucas
1:41-42.
MEDITACIÓN DIARIA
María va a visitar a su
parienta Elisabet quien ya se encuentra por el sexto mes de embarazo a pesar de
su vejez y de ser estéril. Ella sería la madre de Juan el Bautista quien iría
delante del Señor para abrirle camino. Tan pronto como María saluda a Elisabet,
el niño saltó en su vientre como dándole la bienvenida con gozo. Y es que eso
es la Navidad: alegría, regocijo y paz. Decía un villancico que me gustaba de
niña: “sí, toquen las panderetas, ruido y más ruido, porque la profecía ya se
ha cumplido”. Si todos entendiéramos el misterio tan grande que encierra el
nacimiento de Jesús, muy seguramente los regalos, las comidas y el festín
quedarían a un lado para darle paso al verdadero acontecimiento. No es que esté
en contra de los regalos, de las cenas y del bullicio; eso está bien. Lo que no
está bien, es que antepongamos todas esas cosas al nacimiento de nuestro
Salvador.
Miremos: no es el
pesebre en sí, ni el arbolito de Navidad, ni mucho menos papá Noel o Santa los
protagónicos, es el Señor Jesús hecho hombre quien vino al mundo solamente por
ti y por mí. No podemos desplazar al Señor por ninguno de ellos. Es que el
primer invitado es del Rey de reyes y Señor de señores. Si los demás que nos
rodean no le dan la importancia que debe tener el nacimiento de Jesús,
marquemos nosotros la diferencia. Hagamos un pare y seamos los propulsores de una meditación a la
media noche del 24, o en medio de los que acostumbran a celebrar la novena de
aguinaldos y demos testimonio de la magnitud del acontecimiento que partió la
historia de la humanidad en dos.
Amado Señor Jesús:
Permite que en realidad sepamos conscientemente qué es lo que estamos
celebrando en esta época del año. Inúndanos de la alegría, la paz y la fe de tu
Espíritu, para transmitirle a los demás cuál fue el motivo de tu venida al
mundo. Que esta fiesta sea especialmente para Ti, quien eres el que
verdaderamente la mereces. ¡Bienvenido Señor Jesús!
Un abrazo y
bendiciones.
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