lunes, 19 de diciembre de 2016

Època de regocijo y paz

Tan pronto como Elisabet oyó el saludo de María, la criatura saltó en su vientre. Entonces Elisabet, llena del Espíritu Santo, exclamó: —¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el hijo que darás a luz! 
Lucas 1:41-42.

Lectura: Lucas 1: 39-56.  Versículos del día: Lucas 1:41-42.

MEDITACIÓN DIARIA

María va a visitar a su parienta Elisabet quien ya se encuentra por el sexto mes de embarazo a pesar de su vejez y de ser estéril. Ella sería la madre de Juan el Bautista quien iría delante del Señor para abrirle camino. Tan pronto como María saluda a Elisabet, el niño saltó en su vientre como dándole la bienvenida con gozo. Y es que eso es la Navidad: alegría, regocijo y paz. Decía un villancico que me gustaba de niña: “sí, toquen las panderetas, ruido y más ruido, porque la profecía ya se ha cumplido”. Si todos entendiéramos el misterio tan grande que encierra el nacimiento de Jesús, muy seguramente los regalos, las comidas y el festín quedarían a un lado para darle paso al verdadero acontecimiento. No es que esté en contra de los regalos, de las cenas y del bullicio; eso está bien. Lo que no está bien, es que antepongamos todas esas cosas al nacimiento de nuestro Salvador.
Miremos: no es el pesebre en sí, ni el arbolito de Navidad, ni mucho menos papá Noel o Santa los protagónicos, es el Señor Jesús hecho hombre quien vino al mundo solamente por ti y por mí. No podemos desplazar al Señor por ninguno de ellos. Es que el primer invitado es del Rey de reyes y Señor de señores. Si los demás que nos rodean no le dan la importancia que debe tener el nacimiento de Jesús, marquemos nosotros la diferencia. Hagamos un pare  y seamos los propulsores de una meditación a la media noche del 24, o en medio de los que acostumbran a celebrar la novena de aguinaldos y demos testimonio de la magnitud del acontecimiento que partió la historia de la humanidad en dos.  

Amado Señor Jesús: Permite que en realidad sepamos conscientemente qué es lo que estamos celebrando en esta época del año. Inúndanos de la alegría, la paz y la fe de tu Espíritu, para transmitirle a los demás cuál fue el motivo de tu venida al mundo. Que esta fiesta sea especialmente para Ti, quien eres el que verdaderamente la mereces. ¡Bienvenido Señor Jesús!

Un abrazo y bendiciones.

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