martes, 27 de diciembre de 2016

Adoremos al Rey, Dios y hombre que es Jesús

Cuando llegaron a la casa, vieron al niño con María, su madre; y postrándose lo adoraron. Abrieron sus cofres y le presentaron como regalos oro, incienso y mirra. Mateo 2:11.

Lectura: Mateo 2:1-12.  Versículo del día: Mateo 2:11.

MEDITACIÓN DIARIA

Estos sabios de Oriente conocidos también como reyes magos estaban pendientes de las estrellas, siendo entendidos por algunos como astrólogos y por otros como astrónomos. Ellos comprendieron el significado del acontecimiento y por eso fueron a buscarle. No les importó pasar desiertos, ir sedientos, agobiados y cansados con tal de llegar a conocer al rey de los judíos: “¿Dónde está el que ha nacido rey de los judíos? —preguntaron—. Vimos levantarse su estrella y hemos venido a adorarlo” (v. 2). Los sabios de Oriente le presentaron al Niño Jesús oro, incienso y mirra. Con el oro, lo reconocieron como Rey; con el incienso como Dios y con la mirra como hombre. Según se dice, el oro representa la realeza, el incienso el sacerdocio y la mirra el sufrimiento. La realeza: “En su manto y sobre el muslo lleva escrito este nombre: REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES” (Apocalipsis 19:16). El sacerdocio: “Por lo tanto, ya que en Jesús, el Hijo de Dios, tenemos un gran sumo sacerdote que ha atravesado los cielos, aferrémonos a la fe que profesamos” (Hebreos 4:14). Y el sufrimiento: “Él fue traspasado por nuestras rebeliones, y molido por nuestras iniquidades; sobre él recayó el castigo, precio de nuestra paz, y gracias a sus heridas fuimos sanados (Isaías 53:5).
Todos nosotros también hemos ido en busca de Aquel Niño que es Rey, Dios y hombre. Quizá también para encontrarlo hemos atravesado desiertos áridos; hemos caído a sus pies rendidos y sin fuerzas con el ánimo de entregarle tal vez lo único que poseemos: nuestro corazón. Entonces caminemos a su lado y adorémosle como lo que es: Jesucristo el Rey, verdadero Dios y verdadero hombre.

Amado Señor: Que el caminar Contigo nos recuerde siempre que vamos al lado del Rey, del Sacerdote y del hombre que eres. Que sepamos darte la exaltación que mereces como el Gran Rey de reyes; como el Sumo Sacerdote y como el Mesías sufriente quien viniste a pagar por todas nuestras transgresiones. Te entregamos nuestra vida, es el regalo que te podemos ofrecer para que la tomes y moldees de acuerdo a tu infinita sabiduría. Gracias buen Jesús.

Un abrazo y bendiciones.

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