Pues ustedes han nacido de nuevo, no de simiente perecedera, sino de simiente imperecedera, mediante la palabra de Dios que vive y permanece. 1 Pedro 1:23.
Lectura: 1 Pedro
1:1-25. Versículo del día: 1 Pedro 1:23.
MEDITACIÓN DIARIA
Al recibir al Señor
Jesucristo nacemos de nuevo y dice su Palabra: “Éstos no nacen de la sangre, ni
por deseos naturales, ni por voluntad humana, sino que nacen de Dios” (Juan
1:13). Nacemos de Dios; un nacimiento nuevo mediante la resurrección de
Jesucristo (v. 3 en la lectura). Un nacimiento que no es cualquier nacimiento
porque este es imperecedero. Bajo estas circunstancias no importa que este
cuerpo mortal muera, así tiene que suceder precisamente: “Porque lo corruptible
tiene que revestirse de lo incorruptible, y lo mortal, de inmortalidad” (1
Corintios 15:53). De ahí que no debemos temer el morir porque nuestro nuevo
nacimiento tiene que ver con el agua y el Espíritu (Juan 3:5), y le concierne
únicamente a Dios puesto que ya somos sus hijos (Juan 1:12). Nos pueden quitar
la vida física pero la vida eterna ya nada ni nadie nos la puede arrebatar. Y nacimos
de nuevo a través del evangelio que se nos predicó; de su Palabra que jamás
regresa vacía (Isaías 55:11), y que jamás deja de permanecer (v. 24 en la
lectura). ¡Gloria a Dios por nuestro nuevo nacimiento que es imperecedero!
Miremos el efecto tan
grande que tiene su Palabra; la veracidad con la que nos habla y lo importante
que es entonces, no quedarnos callados. Sólo se nos dice: “habla”, lo demás ya
corre por cuenta de nuestro buen Dios. Esa Palabra que compartimos hará lo que
Dios desea y cumplirá su propósito.
Amado Señor: Gracias
porque cada día nos enseñas más sobre todas las garantías que tenemos desde el
momento mismo en que decidimos recibirte como Señor y Salvador de nuestras
vidas. Gracias por hacernos entender que nuestro nuevo nacimiento es
imperecedero: sea que muramos físicamente o que vivamos, ¡Contigo siempre
estaremos! ¡Qué Grande eres Señor!
Un abrazo y
bendiciones.
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