Jonás se fue, pero en dirección a Tarsis, para huir del Señor. Bajó a Jope, donde encontró un barco que zarpaba rumbo a Tarsis. Pagó su pasaje y se embarcó con los que iban a esa ciudad, huyendo así del Señor.
Jonás 1:3.
Lectura: Jonás
1:1-17. Versículo del día: Jonás 1:3.
MEDITACIÓN DIARIA
A Jonás el Señor le dio
una orden: “Anda, ve a la gran ciudad de Nínive y proclama contra ella que su
maldad ha llegado hasta mi presencia” (v. 2); Jonás no la cumplió y creyó poder
huir del Señor; los resultados no se hicieron esperar. El mar embravecido crea
temor en todos los viajeros. Jonás reconoce que él es el causante: “Yo sé bien
que por mi culpa se ha desatado sobre ustedes esta terrible tormenta. Sin
embargo, en un intento por regresar a tierra firme, los marineros se pusieron a
remar con todas sus fuerzas; pero como el mar se enfurecía más y más contra
ellos, no lo consiguieron” (vv. 12b-13). Y entonces para que se calmara la
tempestad: “tomaron a Jonás y lo lanzaron al agua, y la furia del mar se aplacó”.
(v. 15). Esto fue tan impactante para los marineros que le ofrecieron al Señor
un sacrificio.
¿Cuántas veces no
actuamos como Jonás? El Señor nos manda
hacer algo, y nosotros, tercos y desobedientes hacemos otra. Y como la
desobediencia trae consecuencias pues éstas llegarán. Más tarde nos
lamentaremos porque probablemente esta actitud, no solamente nos tocará personalmente,
sino que tocará a todos los que nos rodean. La enseñanza es para que
reflexionemos y nos demos cuenta que cuando el Señor dice una cosa la cumplirá.
Su propósito se llevará a cabo así sea bajo tormentas y tempestades. Muchas
veces vamos a parar al desierto como le sucedió al pueblo de Israel. Lo triste
es saber que si no es con golpes no aprendemos.
En el caso de Jonás
veamos lo que sucedió: El Señor, por su parte, dispuso un enorme pez para que
se tragara a Jonás, quien pasó tres días y tres noches en su vientre” (v. 17). En
los capítulos siguientes se nos describe como Jonás desde el vientre de este
animal se arrepiente y pide perdón; el Señor tuvo misericordia de él, dio una
orden y el pez lo vomitó en tierra firme. Se le dio una nueva oportunidad de
vivir pero tenía que obedecer e ir a Nínive y proclamar el mensaje que el Señor
le daba. Así sucedió y el propósito de Dios se cumplió.
Señor amado: Perdona
también la terquedad y rebeldía que constantemente aflora en nuestros
corazones. Somos desobedientes y Tú como Rey Soberano nos pasas por desiertos o
tempestades muy difíciles de soportar pero que en tu infinita sabiduría tienen
un fin: cumplir tu voluntad en cada uno. Enséñanos a aprender obediencia sin
tener que sufrir golpe tras golpe. Haznos sumisos a tu voz. ¡Gracias buen
Señor! ¡Adoramos y bendecimos tu Nombre!
Un abrazo y bendiciones.
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