martes, 6 de septiembre de 2016

Aprendamos obediencia para evitar los golpes


Jonás se fue, pero en dirección a Tarsis, para huir del Señor. Bajó a Jope, donde encontró un barco que zarpaba rumbo a Tarsis. Pagó su pasaje y se embarcó con los que iban a esa ciudad, huyendo así del Señor. 
Jonás 1:3.
Lectura: Jonás 1:1-17.  Versículo del día: Jonás 1:3.

MEDITACIÓN DIARIA

A Jonás el Señor le dio una orden: “Anda, ve a la gran ciudad de Nínive y proclama contra ella que su maldad ha llegado hasta mi presencia” (v. 2); Jonás no la cumplió y creyó poder huir del Señor; los resultados no se hicieron esperar. El mar embravecido crea temor en todos los viajeros. Jonás reconoce que él es el causante: “Yo sé bien que por mi culpa se ha desatado sobre ustedes esta terrible tormenta. Sin embargo, en un intento por regresar a tierra firme, los marineros se pusieron a remar con todas sus fuerzas; pero como el mar se enfurecía más y más contra ellos, no lo consiguieron” (vv. 12b-13). Y entonces para que se calmara la tempestad: “tomaron a Jonás y lo lanzaron al agua, y la furia del mar se aplacó”. (v. 15). Esto fue tan impactante para los marineros que le ofrecieron al Señor un sacrificio.
¿Cuántas veces no actuamos como Jonás?  El Señor nos manda hacer algo, y nosotros, tercos y desobedientes hacemos otra. Y como la desobediencia trae consecuencias pues éstas llegarán. Más tarde nos lamentaremos porque probablemente esta actitud, no solamente nos tocará personalmente, sino que tocará a todos los que nos rodean. La enseñanza es para que reflexionemos y nos demos cuenta que cuando el Señor dice una cosa la cumplirá. Su propósito se llevará a cabo así sea bajo tormentas y tempestades. Muchas veces vamos a parar al desierto como le sucedió al pueblo de Israel. Lo triste es saber que si no es con golpes no aprendemos.
En el caso de Jonás veamos lo que sucedió: El Señor, por su parte, dispuso un enorme pez para que se tragara a Jonás, quien pasó tres días y tres noches en su vientre” (v. 17). En los capítulos siguientes se nos describe como Jonás desde el vientre de este animal se arrepiente y pide perdón; el Señor tuvo misericordia de él, dio una orden y el pez lo vomitó en tierra firme. Se le dio una nueva oportunidad de vivir pero tenía que obedecer e ir a Nínive y proclamar el mensaje que el Señor le daba. Así sucedió y el propósito de Dios se cumplió.

Señor amado: Perdona también la terquedad y rebeldía que constantemente aflora en nuestros corazones. Somos desobedientes y Tú como Rey Soberano nos pasas por desiertos o tempestades muy difíciles de soportar pero que en tu infinita sabiduría tienen un fin: cumplir tu voluntad en cada uno. Enséñanos a aprender obediencia sin tener que sufrir golpe tras golpe. Haznos sumisos a tu voz. ¡Gracias buen Señor! ¡Adoramos y bendecimos tu Nombre!  

Un abrazo y bendiciones.

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