jueves, 28 de enero de 2016

Veámosle completamente




Al ver a Jesús, Herodes se puso muy contento; hacía tiempo que quería verlo por lo que oía acerca de él, y esperaba presenciar algún milagro que hiciera Jesús. 
Lucas 23:8.


Lectura: Lucas 23:1-25.  Versículo del día: Lucas 23:8.

MEDITACIÓN DIARIA

Nos pasará como a Herodes: ¿Solamente queremos verlo por curiosidad o lo buscamos pretendiendo un milagro? Dice el refrán que: ‘no hay peor ciego que el que no quiere ver’. También diría yo; ‘hay quienes miran pero no ven’. De todas maneras, todos van andando con ceguera espiritual.
Es que no necesitamos que el Señor venga y se nos presente físicamente. Él nos dejó muchas maneras para verlo; solamente tenemos que activar nuestros ojos espirituales y no solo lo veremos sino que también lo encontraremos. Su Palabra nos lo afirma: “Los cielos cuentan la gloria de Dios, el firmamento proclama la obra de sus manos. Un día comparte al otro la noticia, una noche a la otra se lo hace saber. Sin palabras, sin lenguaje, sin una voz perceptible, por toda la tierra resuena su eco, ¡sus palabras llegan hasta los confines del mundo!” (Salmo 19:1-4); “Oh Señor, soberano nuestro, ¡qué imponente es tu nombre en toda la tierra! ¡Has puesto tu gloria sobre los cielos!” (Salmo 8:1).
Ahora, el Señor Jesús dijo: “Porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; fui forastero, y me dieron alojamiento; necesité ropa, y me vistieron; estuve enfermo, y me atendieron; estuve en la cárcel, y me visitaron… Les aseguro que todo lo que hicieron por uno de mis hermanos, aun por el más pequeño, lo hicieron por mí” (Mateo 25:35-36 y 40). Entonces que no se diga que no se ha visto.
No lo busquemos por conveniencia; busquémoslo para adorarle por lo que es y para glorificar su Nombre. “Así que yo les digo: Pidan, y se les dará; busquen, y encontrarán; llamen, y se les abrirá la puerta. Porque todo el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abre” (Lucas 11:9-10). Todo lo que tenemos alrededor nos muestra quién es Él, así que no hay excusa alguna para decir que no lo vemos.

Amado Señor: Permite que te veamos desde la minúscula flor hasta los picos más elevados de la naturaleza. Que te veamos también en los niños con su risa alegre igual que en el anciano y sabio entrado en años. Que no pases inadvertido cuando el menesteroso se acerca o cuando observamos desde afuera al solitario en una clínica o cárcel. ¡Gracias buen Dios por manifestarte al hombre de tan diferentes maneras! ¡Abre nuestros ojos espirituales para admirar tu Nombre!

Un abrazo y bendiciones.

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